viernes, 25 de agosto de 2023

Tras las huellas de Santo Domingo de Guzmán: Ingredientes del carisma dominicano (8)

 




La DEMOCRACIA
como “huella de Santo Domingo de Guzmán”
e ingrediente del carisma dominicano.




(Pinchar en el cuadro para oir en audio)



“Lo que ha de ser vivido por todos, que sea decidido por todos.”

    Con esa frase, o muy parecida, justifica el Libellus de Jordán de Sajonia -la primera de las narraciones sobre la vida de santo Domingo y sobre el comienzo de la Orden de Predicadores-, la decisión que tomó Domingo, en pleno IV Concilio de Letrán -que no aceptaba nuevas fundaciones religiosas a menos que eligieran una regla ya existente-, de regresar a Tolosa a consultar con sus frailes cuál fuese esa regla que propondrían como norma de vida para toda la nueva Orden que nacía. Como corazón y fundador de esa nueva Orden hubiera tenido la autoridad, más que asegurada con su vida, de poder elegirla por su cuenta, pero consideró necesario decidir algo tan relevante en conjunto con sus hermanos.

    De esa pequeña -o no tan pequeña- anécdota “democrática” salen muchas cosas.

    Y la primera de todas es que eso de la “democracia” dominicana no puede entenderse al modo de las democracias políticas liberales y contemporáneas de partidos, mayorías, campañas y elecciones. No es ésta sin más una forma de legitimar la autoridad o de obtener el poder en medio de pluralidades. Esa forma de entender la democracia como una cosa de grupos, de unos contra otros, de quienes opinan de una manera a quienes opinan de otra, de quienes tienen la verdad y deben vencer a los contrarios... no es lo dominicano.

    La Democracia dominicana es más bien una disposición espiritual de cómo vivir la comunidad, de entenderse como parte de un cuerpo al servicio de un proyecto, donde cada uno de los que lo forman es necesario, porque ha sido elegido por el Espíritu Santo para formar parte de él, y por tanto siempre tiene algo que decir a lo común.

    La Democracia dominicana busca pues la Verdad, el proyecto común, no mis propios intereses ni tan siquiera mis propias formas de pensar y de entender las cosas, sino que ha de buscar el “nosotros” comunitario que ha de sacar adelante el proyecto de la misión.

    La Democracia dominicana es así casi que la forma más depurada en la que se expresa la espiritualidad de los dominicos, pues recoge cómo la comunidad en su conjunto, formada por cada miembro individual, decide qué hacer y cómo hacer para encarnar la misión de la predicación que ha recibido en la Iglesia.

    Es exigente, mucho, esa forma de entender la democracia.

  •   Exigente porque pide una humildad de reconocer en el otro -como diría santo Tomás- que puede tener más verdad en sus disposiciones que uno mismo, es decir, exigente porque pide pobreza y búsqueda de la verdad. 
  •  Exigente porque necesita una apertura al diálogo, al otro, a la presencia del Espíritu en los otros, a la escucha real, es decir, exigente porque necesita la contemplación.
  •  Exigente porque a uno mismo le pide también tener claridad en sus posiciones, argumentos firmes que proponer, razones que dar, análisis certeros, es decir, exigente porque necesita del estudio.
  •  Exigente porque renuncia a hacer acepción de personas, creación de camarillas o de grupos, de bandos y partidos, es decir, exigente porque necesita optar realmente por construir la comunidad.
  •  Exigente porque obliga a tomar parte, implicarse, sumarse a los demás y no mirar sólo para uno mismo, es decir, exigente porque pide tomar partido en las estructuras institucionales.
  •  Exigente porque pide audacia, creatividad, imaginación para buscar juntos los medios de llevar adelante la misión, es decir, exigente porque necesita despertar la compasión y poner en marcha la itinerancia entendida más allá de lo físico.
    Fascina pensar que en el siglo XIII santo Domingo de Guzmán tuviera esa profunda intuición de unir predicación y comunidad entendida esta de esa manera tan respetuosa entre la libertad de cada individuo y la asunción de un fin común mayor, de optar por la democracia como forma de vida de la Orden.

    Una democracia que ha ido cogiendo unos usos y maneras en el tiempo y la historia y la tradición, y en el que la representatividad a través de los priores y superiores se articula orgánicamente de una manera... que no tiene por qué ser siempre igual.

    Hoy en día, esta huella de santo Domingo, la democracia, sigue siendo un reto que nos pide madurez y crecimiento. Que nos pide centrarnos en la misión de la predicación, para el hoy y para el mañana, y que nos pide una continua vigilancia en el autoanálisis, para no caer en las trampas de lo que el mundo de hoy, secularizado, entiende por democracia. En medio de un mundo, polarizado, dividido, politizado, la democracia como comprensión espiritual de la vida en común, de la comunidad, para la misión de construir un mundo mejor, tiene mucho que aportar.


Fray Vicente Niño Orti, OP

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