El
decir acerca de Dios
Tomás de Aquino afirmaba con su peculiar sencillez
que el único maestro interior es Dios. Declaración más que certera por quién y
desde dónde la hace: es un creyente el que, con su bagaje vivencial de fe, y desde su insobornable condición de buscador
de la Verdad dice la fuente interior de su vida.
Evocar al Maestro y hermano Tomás, aún en el eco
de su festiva memoria, me da pie para perfilar un esperanzado sueño para
nuestro mundo y el Pueblo de Dios. Una de las teselas de este mosaico es que,
como él, no nos cansemos de matrimoniar fe y ciencia, revelación y razón, recorrido
de un camino inteligentemente creyente, porque es necesario recuperar esta
armonía, tan difícil y necesaria hoy. La verdad es solo una y requiere
buscadores no enfrentados que, desde el optimismo antropológico que nos dejó
como herencia el Aquinate, no hagamos dejación de nuestra condición humana
asumida en su totalidad por Dios; que la gracia no hace tabla rasa de la
naturaleza, al contrario, la realza y empuja a logros de superación y
esperanza. Honramos también la memoria del fraile sabio cuando en nuestra
teología y en nuestra vida creyente ponemos en el centro de nuestra
consideración el fecundo misterio de la Encarnación, como puesta de manifiesto
que nuestro seguimiento del Maestro lo empuja nuestro servicio a toda la
condición humana, muy en especial en aquellas parcelas de los últimos y las
víctimas, como itinerario de dignidad humana y compromiso actual por la misma.
Lo mejor de la herencia que nos ha dejado Tomás de
Aquino es que, como él, si hacemos teología o intentamos enhebrar un discurso
acerca de Dios, pasemos inexorablemente por el fielato del servicio al hombre,
y éste redimido y reconciliado.
Fr. Jesús Duque OP.