Ilusionar…se
Las acepciones que el DRAE ofrece de la entrada
‘ilusión’ es un abanico de vivencias a diversos niveles de excelencia vital. Me
refiero a dos de ellas que, por sí mismas, son buen botón de muestra. Una nos
dice que ilusión es concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la
imaginación o causados por engaño de los sentidos. Solemos rematar los días
navideños con un derroche de imaginación, capaz de dibujar un mundo de fantasía
en el que se encuentran la mar de a gusto los unos que alimentan la imposible
realidad de tres seres mágicos que aceptan la complicidad de la luz y de la
noche, del regalo y de la bondad, de la lejanía oriental, y la cercanía doméstica de un ámbito en el que
se redactan cartas y sueños, premios a la bondad generalizada y sonrisa bonachona
escondida en una suave barba blanca o en un risueño rostro de color. Ilusión
que provoca ojos grandes y extasiados que expresan palabras imposibles de ser
dichas en clave de pasmo y alegría.
La otra acepción alude a la esperanza cuyo
cumplimiento resulta muy atractivo. Cierto que a los humanos nos cuesta la propia
vida mantener la tensión de la buena nota de nuestras mejores voluntades, pero
no deja de llamarme la atención el que dediquemos tan solo unos contados días
al protocolo de la ilusión, la disfrutemos a tope gentes de toda la horquilla
de edades solo en unos contados días, y no nos demos el gran lujo de prodigar utopía,
aún con lógicos altibajos, los doce meses del calendario. Porque no es fácil vivir
sin tensión esperanzada en todo aquello que mejores nos hace.
Esta ilusión tiene mucho de búsqueda y compromiso,
de confianza y de saberse uno fuerte en su debilidad, porque quien acompaña sus
pasos con el ritmo de la esperanza bien sabe que las mejores palabras las dice
quien puso en nuestra conciencia su sello, quien gusta de ser llamado Padre.
¿Por qué no decidimos ampliar el calendario de la ilusión esperanzada a muchas
más semanas que a la primera del año en curso? No nos va a faltar la complicidad
de quien nos tiene como hijos suyos muy queridos.
Fr. Jesús Duque OP.