miércoles, 25 de enero de 2017

Semana de Santo Tomás de Aquino, O.P. - Enero 2017 (3)




Santo Tomás de Aquino y la paz, su tratamiento en la Suma Teológica

Santo Tomás trata el tema de la Paz en la cuestión 29 de la Secunda secundae (II-II) y el santo se formula estas preguntas:



La paz implica, por esencia, unión de impulsos en el corazón del hombre. Teniendo algunos impulsos satisfechos, no tiene paz en tanto desee otra cosa que no puede tener a la vez. Esta unión de impulsos no es lo esencial en la concordia, lo esencial en la concordia es la unión de voluntades. Por eso la concordia conlleva la unión de tendencias afectivas de diferentes personas, mientras que la paz  además de esa unión, implica la unión de tendencias internas en un mismo sujeto.

La  paz implica unión de voluntades para conseguir un mismo fin, lo cual no supone unidad entre los sujetos, y también implica unión de voluntad en el hombre y no dispersión interior de valores y fines. Si uno concuerda por temor no hay realmente paz sino coacción bajo la amenaza de un mal inminente. No hay paz verdadera si uno concuerda con otro en contra de sus preferencias personales. A la paz se oponen dos tipos de disensiones, la del hombre consigo mismo y la del hombre con otro hombre, a la concordia sólo se opone la segunda. Luego la paz no es lo mismo que la concordia.


Aquí el Santo nos llama la atención sobre:

 a) En la concordia, lo esencial es la unión de voluntades para conseguir algo, es una unión de esfuerzos en pos de algo... pero no dice nada acerca de la relación entre los sujetos; si existen diferencias entre un hombre y otro ante la consecución de un fin determinado, lo que se rompe no es la paz sino la concordia; estar de acuerdo con otro sobre la base del temor en cualquiera de sus manifestaciones no es crear paz verdadera. El temor nos hace serviles y, con frecuencia, nos inhabilita para la crítica porque rompe la fuerza de nuestra libertad.

b) En la paz, ciertamente debe darse la concordia, pero aquí el Santo acentúa el estado interior del hombre, lo que favorece la verdadera paz es que el hombre se siente interiormente equilibrado. Se colabora en la consecución de un mismo fin porque ese fin se ha asumido como propio, como parte fundamental de la propia realización, y no como estrategia para conseguir determinado prestigio o llegar a determinados puestos de cierta relevancia. En lo primero, las discrepancias son naturales e incluso necesarias porque suponen, analizadas y purificadas, una mayor claridad y un mejor modo de poder acceder al fin perseguido, así lo vemos en el mismo evangelio donde Dios da a cada persona talentos distintos, y donde lo importante no es quejarse de lo que el otro tiene sino poner a trabajar lo  poco o lo mucho que el Señor nos ha dado; en lo segundo, las discrepancias no se admiten porque se consideran una dificultad que rompe el proyecto personal trazado sobre los propios intereses, no siempre acordes con los fines de la totalidad. Es el miedo que sentía Caifas ante Jesus, la predicación de Jesus sobre el Reino de Dios podía provocar la intervención de los  romanos y eso supondría perder para él y para los suyos su puesto de   privilegio y su situación de poder, seguro que Caifas pensaba que era necesario mantener la paz con los romanos, pero ¿qué paz?  Y ¿por que?.


·         ¿Apetecen la paz todas las cosas? ¿Tienden hacia la paz todas las cosas?

La paz consiste en la quietud y unión de apetito-tendencia y como puede darse tendencia hacia el bien verdadero como hacia el bien aparente, puede darse igualmente una paz verdadera y una paz aparente.

La paz verdadera sólo puede darse en la tendencia hacia el bien verdadero, pues, todo mal, aunque en su aspecto aparezca como bien, tiene muchos defectos y es fuente de inquietud y turbación. Por eso, la paz verdadera sólo puede darse entre bienes y entre buenos. Esto nos hace plantearnos el problema de las apariencias, falsedades e hipocresías del hombre moderno, que disfraza sus sentimientos y los envuelve en el manto del interés del momento.  Por eso, la paz de los malos, de aquellos que disfrazan sus intereses, es aparente y no verdadera.

La verdadera paz tiende hacia el bien y como un verdadero bien puede obtenerse de dos maneras: perfecta e imperfectamente, igualmente hay una doble paz verdadera: la paz perfecta que consiste en el goce perfecto del sumo bien (presencia de Dios) y que unifica y aquieta todos los apetitos .Este es el fin último de la criatura racional. La paz imperfecta, se da donde la tendencia principal del alma es Dios, sin embargo, hay obstáculos dentro y fuera de ella, cosas que contradicen y perturban la paz. Todo tiende hacia la paz aunque se trata de un camino lleno de dificultades.

Así pues, según Santo Tomás tenemos una paz verdadera y una paz aparente, aquella tiende hacia el bien, ésta provoca inquietud y turbación porque se sostiene sobre un mal disfrazado de bien; y dentro de la paz verdadera, tiende hacia el bien, puede darse una paz verdadera perfecta, cuando el hombre alcanza su plena felicidad, que consiste en la contemplación de Dios; y también puede darse una paz verdadera imperfecta cuando el hombre aun tendiendo hacia Dios, observa que hay cosas que son obstáculos para la paz, es la paz del hombre peregrino hacia Dios por el camino de la Historia. Todas las cosas tienden hacia la paz porque son solidarias con el hombre cuyo fin y plena realización consiste en la paz verdadera perfecta, toda la Creación-Naturaleza es solidaria del hombre.


Como hemos visto mas arriba, la paz implica una doble unión: la ordenación de los propios apetitos de uno mismo y la que se lleva a cabo por la concordia con el otro. Pues bien, una y otra son producto de la caridad. La primera, Dios es amado con todo el corazón de tal manera que todo lo referimos a El, y así todos nuestros deseos convergen en un mismo fin. La segunda, amamos al prójimo como a nosotros mismo, se cumple la voluntad del prójimo como la de uno mismo.

Según el Filósofo, en IX Ethic., la amistad no comporta concordancia en opiniones, sino en los bienes útiles para la vida, sobre todo en los más importantes, ya que disentir en cosas pequeñas es como si no se disintiera. Esto explica el hecho de que, sin perder la caridad, puedan disentir algunos en sus opiniones. Esto, por otra parte, no es tampoco obstáculo para la paz, ya que las opiniones pertenecen al plano del entendimiento, que precede al apetito, en el cual la paz establece la unión. Del mismo modo, habiendo concordia en los bienes más importantes, no sufre menoscabo la caridad por el disentimiento en cosas pequeñas. Esa disensión procede de la diversidad de opiniones, ya que, mientras uno considera que la materia que provoca la disensión es parte del bien en que concuerdan, cree el otro que no. Según eso, la discusión en cosas pequeñas y en opiniones se opone, ciertamente, a la paz perfecta que supone la verdad plenamente conocida y satisfecho todo deseo; pero no se opone a la paz imperfecta, que es el lote en esta vida.

La paz es indirectamente obra de la justicia en cuanto elimina obstáculos. Pero es directamente obra de la caridad, porque la caridad, por su propia razón específica, causa la paz.


Para Santo Tomas la paz es:



Un don de Dios porque Jesucristo  es un don de Dios para la Humanidad, y quienes lo reciben tienen una visión nueva del mundo y de la vida porque experimentan el perdón y el amor de Dios a la Humanidad.  Se trata de la paz verdadera perfecta. La paz esta mas allá de las leyes y de los derechos, se instala en el corazón de aquellos que no toleran los odios, desprecios, venganzas, ni represalias…



La paz es también responsabilidad  de los hombres. Es la colaboración del hombre con Jesús, es el esfuerzo evangelizador de todos para que el Reino de Dios sea una realidad en nuestro tiempo.  Se trata de la paz verdadera imperfecta. Para  construir la paz es necesario amar inseparablemente a Dios y a los hombres: “Si al presentar tu ofenda….

(Extracto de la Conferencia impartida en la Escuela de Magisterio de Córdoba por Fr. Benito Medina, O.P.)