El advenimiento de Dios no consistió
únicamente en el nacimiento de un niño; fue el advenimiento de una Palabra. Se
podría incluso decir que se materializó en el advenimiento de un lenguaje….
Hicieron falta miles de años antes de que pudiera haber un lenguaje en el que
la Palabra de Dios pudiera expresarse bajo la forma de Jesús. Fueron necesarias
todas aquellas experiencias de la liberación y del exilio, del surgimiento y la
destrucción de los Reinos. Fueron necesarios innumerables profetas y escribas,
poetas y padres, luchando para encontrar las palabras antes de que Jesús
pudiera ver la luz como la Palabra. La Palabra de Dios no baja de los cielos a
la manera de un esperanto celestial; antes bien, brota de dentro del lenguaje
humano. Los dolores de parto de la Palabra comenzaron cuando los primeros seres
humanos empezaron a hablar.
Dios no siempre responde a la manera
de un mago celestial, haciendo aparecer unas soluciones externas en cuestión de
instantes. La mayoría de las veces, Dios viene a nosotros de forma sigilosa e
imperceptible, respetando infinitamente los ritmos propios de nuestra existencia
humana. “Velad, porque no sabéis la hora ni el día en que vendrá vuestro Señor”
(Mt. 24,42).
Para Santo
Tomás de Aquino, la persona paciente es aquella que no huye del mal, sino que,
antes bien, no permite que el mal le aflija de forma desmesurada.
Timothy Radcliffe,
O.P.
“¿Qué sentido tiene ser cristiano?”
Ed. Desclée De Brouwer