lunes, 23 de enero de 2012

23 de enero: Beato Enrique Susón, op

Enrique Susón, o Enrique Seuze fue sacerdote dominico (1295?-1366).  Antiguas crónicas indican que es alemán nacido en Constanza. Desde los 13 años cursa estudios en el convento dominicano de Inkelkloster en su tierra natal. A partir de los 18 de edad inicia una vida de austeridad, disciplina, oración, constante ayuno e interés por estudiar la Sagrada Escritura. Se gradúa como "Lector", en Colonia (Alemania) y se documenta con lecturas de los Santos Padres (1325-1329). Regresa a Constanza donde ocupa el cargo de prior; debido a una calumnia renuncia al priorato (1330). Al surgir problemas socio-políticos y ante la amenaza de la peste e inundaciones (1339) los dominicos abandonan por diez años su ciudad, los cuales Enrique aprovecha para dedicarse a predicar y ser guía espiritual. Es fecundo escritor de obras, que aún se editan, entre las que se mencionan: Libro de la vida, Librito de la verdad eterna, dos colecciones de Cartas, Sermones y el Horologium Sapientae. En 1349, al regresar los dominicos a Constanza, nuevamente es víctima de difamación; una vez comprobada su inocencia, los superiores determinan enviarlo al convento de Ulm, donde —en santidad— pasa sus últimos años. Fue beatificado por Gregorio XV (1831). Se le suele representar  con hábito dominicano, leyendo o escribiendo, con una doncella (la Sabiduría) dictándole.


Si quieres ser lo que no eres, importa que dejes primero lo que eres. Y ten por muy cierto y averiguado, que mientras en la carne está escondida una gota de sangre la menor del mundo, o en los huesos alguna parte de tuétanos que no esté cocida y consumida por la verdadera resignación, ninguno se puede lisonjear a sí mismo de la resignación, ni creer que está resignado.
 Hermanos muy amados, os ruego que no os turben estas cosas: también a vosotros os está abierta la puerta para el reino celestial, aunque no lleguéis a la suma perfección. También se hallan pequeños y grandes en el cielo. Haced lo que es de vuestra parte, y perseverad en vuestros santos ejercicios; porque así aunque no hayáis llegado a la más alta cumbre del monte, seréis hallados en el mismo camino de vuestra salud eterna.




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