Los cielos nos espantan: están demasiado serenos;
en todo el universo no hay lugar para nosotros.
Nos duelen nuestras heridas, ¿dónde hallaremos el bálsamo?
Señor Jesús, por tus llagas pedimos misericordia.
Si, estando cerradas nuestras puertas, te acercas a nosotros,
no has de hacer sino mostrar las manos, ese costado tuyo.
Hoy día sabemos lo que son las heridas, no temas;
muéstranos tus llagas, conocemos tu contraseña.
Los otros dioses eran fuertes; pero tú eres débil.
Cabalgaban, mas tú tropezaste en un trono;
pero a nuestras heridas, sólo las heridas de Dios pueden hablarles,
y no hay dios alguno que tenga heridas, ninguno más que tú.
(E. Shillito, “Cristo de las Llagas”)
Preciosa oración, gracias. Más que nunca necesitamos el bálsamo, el aliento de Dios. Vivimos tiempos de incertidumbres y temores. Félix
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