Misterios del Rosario, misterios de la vida
El Rosario encierra múltiples cualidades como oración cristiana: es escuela de fe y oración, porque nos enseña a creer y a rezar; es una plegaria que favorece la conversación amistosa con Dios; nos introduce en la contemplación de los misterios de nuestra salvación; nos ayuda a reposar nuestra imaginación, y, a veces, también nuestro cuerpo; es una lectura del Evangelio en clave mariana; es, como decía el papa León XIII, “el resumen del Evangelio”.
Los misterios vividos por Jesús, y presenciados tan cerca por su madre, están íntimamente ligados al misterio de nuestra vida por una especie de sintonía común. Como los misterios del Rosario, nuestra vida está marcada por la alegría, el sufrimiento y la esperanza en las mejores promesas de Dios para nuestro futuro.
La alegría que tiene su origen en el acercamiento de Dios a la humanidad, a través del misterio de la encarnación de nuestro Redentor, para traernos la paz, romper las ataduras de la esclavitud y sembrar la confianza.
En la vida de Jesús hubo también sufrimiento, dolor y muerte. Al recordarlos en el Rosario, nos sentimos profundamente interpelados y alentados por la fuerza del amor que le movió a atravesar ese calvario. Pero, además, desde lo alto de la cruz Jesús nos sigue invitando a ir a él para descargar en él todos nuestros agobios y sufrimientos, todas nuestras cruces, porque quiere compartirlas con nosotros.
Y la esperanza se convierte para el cristiano en esperanza de resurrección. Saber que la muerte no tiene la última palabra sobre nuestra vida ni sobre la vida de aquellos a quienes queremos, nos hace vivir de otra manera. Nos asegura que un día podremos encontrarnos cara a cara con el Dios que nos sostiene y al que ahora sólo podemos dirigirnos en la fe. Nos asegura la superación definitiva de nuestros límites, sufrimientos y pecados.
El Rosario nos lleva sin cesar de la oración a la vida y de la vida a la oración; convierte en oración toda nuestra vida, la hace más llevadera e introduce a Jesús y a María en ella.
Fr. Manuel Angel Martínez, O.P.
Oración
Oh, María, Madre de Dios y madre nuestra:
Cuando llegue la hora de salir de este mundo,
danos el poder de “experimentar la fuerza de
la Resurrección de Jesús”,
y ascender a ese hogar que
tu Hijo nos ha preparado.
Oh, mística esposa del Espíritu:
Concédenos participar en la
efusión del Espíritu Santo,
y después de nuestro destierro,
haz que podamos ser elevados al cielo
y coronados, como hijos de Dios,
hijos tuyos y discípulos de Jesús.
Amén.
Misterios Gloriosos
1º. La Resurrección del Señor:
“Al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Un ángel del Señor dijo a las mujeres: Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. ¡Ha resucitado! Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado” (Mt 28, 1-8).
2º. La Ascensión del Señor a los cielos:
“Jesús dijo a sus discípulos: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. “El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió a los cielos y se sentó a la derecha de Dios” (Mt 28, 20; Mc 16, 19).
3º. Pentecostés, la venida del Espíritu Santo:
“De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde estaban los discípulos. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo” (Hch 2, 1-4).
4º. La Asunción de María a los cielos:
“María dijo: Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí” (Lc 1, 48-49). “¡Toda hermosa eres amada mía, no hay defecto en ti! Ven del Líbano, esposa mía, ven” (Ct 4, 7).
5º. La coronación de María en los cielos:
“Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Y fue arrojado el gran dragón, la Serpiente antigua, el llamado diablo y satanás” (Ap 12, 1, 9).
No olvidemos:
* En cada misterio rezar un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
* Cada misterio es un momento para reflexionar sobre la vida de Jesús y María, fomentando la fe, la esperanza y el amor.
* Al meditar sobre cada misterio, pidamos a Dios que nos conceda un fruto espiritual específico, como que aumente la fe de los cristianos en la resurrección, entendimiento, fortaleza ante las dificultades y caídas, sentir a María como guía y refugio, …
* Quizás, en esta ocasión, podríamos llevar una intención especial de oración por los que se encuentran o sienten solos y abandonados.
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