María en la Anunciación
- Pablo VI y Juan Pablo II -
Anunciación - Fra Angélico O.P. |
Pablo VI: Constitución Dogmática "Lumen Gentium" sobre la Iglesia
56. El Padre de las Misericordias quiso que precediera
a la Encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada, para que así
como la mujer contribuyó a la muerte, así también contribuirá a la vida. Lo
cual vale en forma eminente de la Madre de Jesús, que dio al mundo la vida
misma que renueva todas las cosas y que fue adornada por Dios con dones dignos
de tan gran oficio. Por eso, no es extraño que entre los Santos Padres fuera
común llamar a la Madre de Dios toda santa e inmune de toda mancha de pecado y
como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura. Enriquecida
desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo
singular, la Virgen Nazarena es saludada por el ángel por mandato de Dios como
"llena de gracia" (cf. Lc 1,28), y ella responde al enviado
celestial: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu
palabra" (Lc 1,38). Así María, hija de Adán, aceptando la palabra divina,
fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios con
generoso corazón y sin impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a
sí misma, cual, esclava del Señor, a la Persona y a la obra de su Hijo,
sirviendo al misterio de la Redención con El y bajo El, por la gracia de Dios
omnipotente. Con razón, pues, los Santos Padres estima a María, no como un mero
instrumento pasivo, sino como una cooperadora a la salvación humana por la
libre fe y obediencia. Porque ella, como dice San Ireneo, "obedeciendo fue
causa de la salvación propia y de la del género humano entero". Por eso,
no pocos padres antiguos en su predicación, gustosamente afirman: "El nudo
de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; lo que ató
la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe" ;
y comparándola con Eva, llaman a María Madre de los vivientes, y afirman con
mayor frecuencia: "La muerte vino por Eva; por María, la vida".
Anunciación Fra Angélico O.P. |
Juan Pablo II: Enciclica "Redemptoris Mater"
7. « Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo » (Ef 1, 3). Estas palabras de la Carta
a los Efesios revelan el eterno designio de Dios Padre, su plan de salvación
del hombre en Cristo. Es un plan universal, que comprende a todos los hombres
creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gén 1, 26). Todos, así como están
incluidos « al comienzo » en la obra creadora de Dios, también están incluidos
eternamente en el plan divino de la salvación, que se debe revelar
completamente, en la « plenitud de los tiempos », con la venida de Cristo. En
efecto, Dios, que es « Padre de nuestro Señor Jesucristo, —son las palabras
sucesivas de la misma Carta— « nos ha elegido en él antes de la fundación del
mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos
de antemano para ser sus « hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la que
nos agració en el Amado. En él tenemos por medio de su sangre la redención, el
perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia » (Ef 1, 4-7).
El plan divino de la salvación, que
nos ha sido revelado plenamente con la venida de Cristo, es eterno. Está
también —según la enseñanza contenida en aquella Carta y en otras Cartas
paulinas— eternamente unido a Cristo. Abarca a todos los hombres, pero reserva
un lugar particular a la « mujer » que es la Madre de aquel, al cual el Padre
ha confiado la obra de la salvación.19 Como escribe el Concilio Vaticano II, «
ella misma es insinuada proféticamente en la promesa dada a nuestros primeros
padres caídos en pecado », según el libro del Génesis (cf. 3, 15). « Así
también, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será
Emmanuel », según las palabras de Isaías (cf. 7, 14).20 De este modo el Antiguo
Testamento prepara aquella « plenitud de los tiempos », en que Dios « envió a
su Hijo, nacido de mujer, ... para que recibiéramos la filiación adoptiva ». La
venida del Hijo de Dios al mundo es el acontecimiento narrado en los primeros
capítulos de los Evangelios según Lucas y Mateo.
8. María es introducida
definitivamente en el misterio de Cristo a través de este acontecimiento: la
anunciación del ángel.