Nació en Alemania a principio
del siglo XIII, y aún muy joven se dirigió a Italia, a Padua, sede de una de
las más famosas universidades de la Edad Media. Se dedicó al estudio de las
llamadas “artes liberales”: gramática, retórica, dialéctica, aritmética,
geometría, astronomía y música, es decir, de la cultura general, manifestando
ese típico interés por las ciencias naturales, que se convertiría bien pronto
en el campo predilecto de su especialización.
Durante su estancia en Padua,
frecuentó la iglesia de los Dominicos, a los cuales se unió después con la
profesión de los votos religiosos. Las fuentes hagiográficas dan a entender que
Alberto maduró gradualmente esta decisión. La relación intensa con Dios, el
ejemplo de santidad de los Frailes dominicos, la escucha de los sermones del
beato Jordán de Sajonia, sucesor de santo Domingo en la guía de la Orden de los
Predicadores, fueron los factores decisivos que le ayudaron a superar toda
duda, venciendo también resistencias familiares. A menudo, en los años de la
juventud, Dios nos habla y nos indica el proyecto de nuestra vida. Como para
Alberto, también para todos nosotros la oración personal nutrida por la Palabra
del Señor, la frecuencia de los sacramentos y la guía espiritual de hombres
iluminados son los medios para descubrir y seguir la voz de Dios. Recibió el
hábito religioso del beato Jordán de Sajonia.
Tras la ordenación sacerdotal,
los Superiores lo destinaron a la enseñanza en varios centros de estudios
teológicos anexos a los conventos de los Padres dominicos. Las brillantes
cualidades intelectuales le permitieron perfeccionar el estudio de la teología
en la universidad más célebre de la época, la de París. Desde entonces san
Alberto emprendió esa extraordinaria actividad de escritor, que habría
proseguido durante toda la vida.
Le fueron asignadas tareas
prestigiosas. En 1248 fue encargado de abrir un estudio teológico en Colonia,
una de las capitales más importantes de Alemania, donde vivió en muchas
ocasiones y que se convirtió en su ciudad de adopción. De París llevó consigo a
Colonia un alumno excepcional, Tomás de Aquino. Bastaría sólo el mérito de
haber sido maestro de santo Tomás, para nutrir profunda admiración hacia san
Alberto. Entre estos dos teólogos se estableció una relación de estima y
amistad recíproca, actitudes humanas que ayudan mucho al desarrollo de la
ciencia. En 1254 Alberto fue elegido Provincial de la Provincia Teutoniae
– teutónica – de los Padres dominicos, que comprendía comunidades difundidas en
un vasto territorio del Centro y del Norte de Europa. Se distinguió por el celo
con el que ejerció este ministerio, visitando las comunidades y recordando
constantemente a los hermanos la fidelidad a las enseñanzas y al ejemplo de
santo Domingo.
(De la Audiencia general del 24 de marzo de 2010, en la Plaza
de San Pedro. Benedicto XVI)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comparte con nosotros...