sábado, 12 de abril de 2025

CUARESMA 2025: 40 hitos en el camino de la Esperanza (39)

 



“MUCHOS JUDIOS QUE HABIAN VENIDO A CASA DE MARÍA, AL VER LO QUE HABÍA HECHO JESÚS, CREYERON EN ÉL”

    La vieja casa de piedra parece deshabitada, la naturaleza es la que crece ahora por sus muros. Pero ahí, en el camino al lado, la niña y el pequeño caballo, hablan de esperanza, de vida. La casa de María, en Betania, había sido testigo mudo de la muerte y el dolor por la pérdida del hermano y amigo. Pero ahora bulle de alegría y fe renovadas, Lázaro ha resucitado. Y los que se acercan al lugar, al verlo, creen en Jesús.

    El camino de la fe es agreste e incierto muchas veces. Incluso en un momento de ánimo y renovada ilusión, el sufrimiento deja heridas y miedos que intentarán boicotear la felicidad. ¿De verdad puedo volver a amar, a creer, a esperar, a confiar, a superarlo…? Hay una canción de Cristóbal Fones que habla de las heridas y dice: “Al final de la vida llegaremos con la herida convertida en cicatriz”. Se acerca el momento de celebrar el misterio pascual, que nos recuerda que también las heridas y dolores de este año se volverán cicatriz, y nos enseñarán caminos de vida. Porque somos “hijos de un Dios enamorado”, dice la misma canción.

    Jesús ha jugado esta partida a una carta, la de la vida que vence la misma muerte. Un signo público de resucitar a un muerto ya enterrado varios días es un impacto muy fuerte. A la par que muchos creyeron en Él porque se dieron cuenta de quién era, otros, temerosos de las consecuencias, maquinaban cómo quitarle de en medio. “Aquel día decidieron darle muerte”. “Conviene que uno muera por el pueblo y no perezca una nación entera”. Son frases rotundas, con una sentencia clara. Jesús, sí, se la ha jugado, y emprende el camino de la entrega total, porque apuesta por la vida, la nuestra, aún a costa de la suya. Porque es un Dios enamorado.

    Nosotros iniciamos también la última etapa de nuestro peculiar camino y entramos en la Semana Santa. ¿A qué carta nos jugamos la vida, cada día, en las decisiones pequeñas y en las importantes? ¿Qué pasos me pide dar el camino de la entrega, el que se la juega por dar vida, aunque implique sufrir, perder, ser vulnerable y arriesgarse a las heridas? Quizás sí, merece la pena vivir como hijos de un Dios enamorado.


Hna. Águeda Mariño Rico, CSD

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