Los reginaldos
Con los ecos de Santa María del Rosario, la
advocación mariana de los hermanos predicadores, resonando aun en el corazón, es
bueno evocar al inglés Chesterton cuando escribía sobre lo que Jesús de Nazaret
ocultaba en todas sus tareas salvadoras con nosotros: su inmensa y limpia
alegría. No solo Domingo de Guzmán prodigaba gestos de franca alegría con sus
hermanos, en particular con la juventud de uno y otro sexo, pues entendía que
la vida había que celebrarla y la predicación del evangelio debía vencer la
tristeza e ignorancia de las gentes. Con estos antecedentes, el bueno de fray Reginaldo
de Orleans, en los últimos momentos de su vida, nos dejó dicho que no
perdiéramos el tiempo en ponderar su acertada decisión de hacerse fraile dominico,
porque había vivido como fraile dominico de una manera tan feliz, tan extraordinariamente a gusto, que su
vida de fraile carecía de mérito.
La celebración de la vida, incluso con sus teclas
negras cual piano, nos pide a los predicadores que la Palabra predicada la
vivamos y bebamos como vino nuevo para curar heridas, robustecer esperanzas,
ejercer de quitapesares en el día a día, operar cual bálsamo que lima aristas y
olvida amarguras. Que predicamos, hermanos reginaldos, la buena noticia de Jesús
de Nazaret, no fastos ni efemérides históricas. Que formamos parte de un manojo
de hombres y mujeres que han hecho del evangelio vida y alegría y, cuando fue
preciso, supieron ser voz de humanidad y consuelo, de denuncia y superación.
Aunque experimentemos, como nuestros antepasados, el malestar de la
incomprensión incluso de algunos sectores de la Iglesia, no nos queda más
remedio que dejar que Dios viva en nosotros para que nuestro mundo sienta a
este Dios, puro amor. Que no nos olvidemos de vivir la fuerza que viene de la
Palabra, el torrente de vida que la misma Palabra conlleva y acertemos a
servirla con alegría, sensibilidad con los tormentos de hoy y confianza en su
fecundidad. Sin mérito alguno, porque como dominicos nos sentimos muy a gusto,
como el bueno de fr. Reginaldo de Orleans.
Fr. Jesús Duque OP.