Santo Domingo de Scala-Coeli Dominicos Córdoba
Causa perdida
La causa perdida trae en su mochila conceptual
dosis varias de imposible o, cuando menos, de muy difícil logro. Es abonar el
inalcanzable éxito, indicar la negada conversión, afirmar un inverosímil cambio,
en una palabra, es firmar la derrota al comienzo del partido.
¿El mundo nuestro de hoy, el hombre mismo, son,
acaso, causas perdidas? La realidad que
observamos a diario adelanta una respuesta afirmativa: conflictos por doquier,
religiones enzarzadas en todo menos en lo que deben, heridas que no paran de
sangrar, revanchas intergrupales, ruido en exceso y pocas palabras dialogantes,
irrelevante mensaje de las iglesias, poderes que deshumanizan, frivolidad
imperante… Tremendo panorama. Sin embargo, aunque así se perfile el hoy de nuestro
mundo, en rotundo no admito que el hombre y su historia sea una causa perdida,
pues firmaría así la muerte de la esperanza, la imposible tensión buscadora de
tantos hombres honrados y la inanidad de las creencias de no pocas comunidades
martiriales que buscan el rostro del Padre según la guía del Maestro de Galilea.
¿Causas perdidas, entonces? No, en absoluto; en el
mejor de los casos, causas pendientes, en las que aún es posible la decisión,
el compromiso, la mirada compasiva, el dejar que Dios sea Padre en nuestras
casas, cosas y causas. El evangelio nos reitera un recado ilusionante: que el
Hijo del Hombre ha venido a buscar lo perdido, a ilusionar los corazones
derrotados, a aliviar a los cansados, a darnos a todos los que le seguimos la
habilitación necesaria para vivir con ilusión y ser así capaces de ayudar a
vivir a los demás. Que no es poco.
Fr. Jesús Duque OP.