martes, 4 de octubre de 2016

La gratitud, un estilo de vida (Lc 7, 11-19)

                     

    Santo Domingo de Scala-Coeli    Dominicos   Córdoba





La gratitud, un estilo de vida (Lc 7, 11-19)


Es casi un lugar común decir que en nuestras habituales maneras de relacionarnos olvidamos decir gracias y por favor. Puede que así sea. Y si en efecto es así, es urgente que nos lo miremos porque prescindimos de dos pequeñas piezas, pero insustituibles, para que nuestra comunicación no se deshumanice ni tornemos nuestros usos convivenciales en frías imposiciones.

 La creencia cristiana siempre ha hecho gala de que Dios Padre no solo es grande, sino también generoso, que pone a nuestra disposición todo lo que ayuda a nuestro crecimiento, grandeza de corazón, ganas de compartir. Porque nuestro Dios no es un Dios ensimismado, sino un Padre derramado, un derroche de ternura para sus hijos. 

El Maestro de Galilea, en el exclusivo relato del evangelio de Lucas en la bella parábola del buen samaritano, viene a significar que el que recibe el don de Dios (vida, amor, salud, gracia, amigos, perdón, familia…) tiene que ser agradecido. Todo encuentro con nuestros iguales nos enriquece si lo verificamos desde esta postura básica en nuestra vida; todo encuentro con Jesús de Nazaret es luz, graciosa provocación para abrir el corazón a la Palabra, momento gratuito. El creyente tiene en su fe suficientes elementos para ir contracorriente en cuanto a su capacidad de agradecimiento.

Sí, pero, gratitud ¿por qué? Se pude responder: Porque sí, ya que el corazón abierto a los demás y a la bondad de Dios Padre no precisa de singular razón. Y si nos diera por mirar a nuestro derredor, seguro que haríamos la relación de razones agradecidas interminable. Quede constancia en este blog de que la gratitud es una noble manera de decir que Dios nuestro Padre está siempre con nosotros. Por eso mirar la vida y el mundo con amor es hacer, a nuestro modo, lo que hizo el samaritano que se sintió curado: dio gracias y alabó a Dios.