Interior de la Iglesia de Santo Domingo de Scala Coeli - Córdoba |
Catalina de Siena destaca en la
historia de la Iglesia como mujer fuerte y celosa, confiada apasionadamente en
el inmenso amor de Dios a la humanidad, manifestado en Cristo Jesús..
Nace en
Siena el 25 de marzo de 1347 de Lapa y Jacopo Benicasa. Siendo muy joven se consagra a Dios y se une
a las "Mantellata", un grupo de laicas dominicas que consagran en Siena su vida
a la oración y a la caridad. Muchas crónicas se refieren a su atenta dedicación
a los pobres y a los presos y a su solicitud por los enfermos.
Con
frecuencia actúa como conciliadora entre Estados en guerra. Anima al Papa
Gregorio XI a abandonar Aviñón y volver a Roma, apoyándolo firmemente. Lo mismo
ocurre con su sucesor Urbano VI. Cuando en 1378 es elegido un antipapa
–Clemente VII- dedica todas sus energías a la oración y a la actividad para que
se resuelva el cisma interno de la Iglesia. Con este fin se traslada a Roma,
donde muere el 29 de abril de 1380.
Fue
canonizada en 1641; Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia en 1970. Y en 1999 Juan Pablo II la proclamó copatrona de Europa.
Elevación de Santa Catalina en Pascua
¡Oh Resurrección nuestra, Oh Resurrección
nuestra,
oh
alta y eterna Trinidad!. Desentraña mi alma .
¡Oh
Luz que da luz y en cuya luz vemos!.
En
tu Luz veo y sin ella nada puedo ver.
Porque
Tú eres el que eres, más yo soy la que no soy.
En esta misma luz conozco mi necesidad
y la necesidad de tu Iglesia y
de todo el mundo.
Y porque en la luz conozco,
te pido que desentrañes mi alma por la salud del mundo entero.
No porque pueda por mi misma producir algún fruto,
sino por la virtud de tu caridad, que es obradora de todos los bienes.
¡Oh
Trinidad Eterna!. ¡Oh Resurrección nuestra!.
En
tu luz se conoce que tú eres aquel
sumo y eterno jardín
que
en sí encierra flores y frutos.
Porque
eres flor de gloria que se da gloria a
sí mismo,
te
das también a ti mismo como fruto.
En
el jardín de tu seno estaba encerrado el hombre.
¡Oh
Padre Eterno!.
Tú
sacaste de tu mente santa como una flor
con tres potencias en el alma,
y en cada una de ellas has puesto una
planta
para
que pudiésemos fructificar en tu jardín,
volviendo
a ti con el fruto que tú le has dado.
Y tú vuelves al alma llenándola de tu
bienaventuranza ,
en la que ella se encuentra como el pez en el
mar, y el mar en el pez.
Tú me has dado la memoria para que pudiese retener tus
beneficios
y produjese la flor de gloria a
tu nombre
y provecho y utilidad para sí.
Le has dado también la
inteligencia
para que
comprendiese tu verdad
y voluntad para que germinasen
flores de gloria
y luego fruto de virtud.
Le has dado la voluntad para
que pudiese amar
lo que la inteligencia ha visto y retiene la
memoria.
¡Oh
Cristo Resucitado!. ¡Oh dulce portero, oh sublime Cordero!.
Tú
eres el hortelano que,
habiendo
abierto las puertas del jardín celestial,
del
paraíso, nos ofrece las flores
y los frutos de la Eterna Deidad.
Ahora
conozco ciertamente que has dicho la verdad
cuando
en forma de peregrino
te
apareciste en el camino a tus dos discípulos,
diciéndoles que era necesario que Cristo
padeciese
y que por el camino de la cruz entrase en su
gloria,
mostrándoles que así había sido profetizado
por
Moisés, Elias, Isaías, David
y
los demás que habían profetizado de ti.
Y
les declaraste las Escrituras, más ellos no te entendían,
porque
su entendimiento estaba ofuscado.
Más
tu te entendiste a ti mismo.
¿Cuál
era tu gloria, oh dulce y amoroso Verbo?.
Eras tú mismo.
Para que entrases en ti mismo era necesario
que padecieses.