"... hágase en mí según tu palabra."
"... el Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la
aceptación de la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer
contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida. Lo cual se
cumple de modo eminentísimo en la Madre de Jesús por haber dado al mundo la Vida
misma que renueva todas las cosas y por haber sido adornada por Dios con los
dones dignos de un oficio tan grande. Por lo que nada tiene de extraño que entre
los Santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios
totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una
nueva criatura por el Espíritu Santo.
Enriquecida desde el primer
instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente
singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por el ángel de la
Anunciación como «llena de gracia» (cf. Lc 1, 28), a la vez que ella responde al
mensajero celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»
(Lc 1, 38).
Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de
Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la
voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la
persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la
redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues,
piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en
las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y
obediencia libres. Como dice San Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de
salvación para sí misma y para todo el género humano».
Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que «el nudo
de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado
por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María
mediante su fe»;
y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de
los vivientes»,
afirmando aún con mayor frecuencia que «la muerte
vino por Eva, la vida por María».
( Lumen Gentium, 56 )
Anunciacion - Fray Angelico O.P. |
Tanto cautivó la humildad en María que, por la bondad de Dios,
el Verbo, su unigénito Hijo, se vió obligado a darse a ella
y la dulce María fue la que nos lo dió a nosotros.
Hasta que María no manifestó su humildad y voluntad con la palabra
diciendo "He aquí la esclava del Señor",
tened por cierto que el Hijo de Dios no se encarnó en ella.
el Verbo, su unigénito Hijo, se vió obligado a darse a ella
y la dulce María fue la que nos lo dió a nosotros.
Hasta que María no manifestó su humildad y voluntad con la palabra
diciendo "He aquí la esclava del Señor",
tened por cierto que el Hijo de Dios no se encarnó en ella.
[Santa Catalina de Siena, O.P.]