Artículo de
Pedro Miguel Lamet,sj,
publicado en 21RS
Te escribo, Señor, en un día de huelga porque no hay huelga posible para la oración, como no hay huelga posible para respirar.
Te confieso que estoy perplejo.
Hubo un tiempo en que todo estaba más claro. Los sindicatos representaban a los trabajadores en sus derechos frente a los abusos del capital. Ahora las víctimas del neoliberalismo económico no son tanto los trabajadores como los que no trabajan. Y los parados, los inmigrantes, los pueblos olvidados y machacados no tienen quiénes les representen.
Antes hacíamos huelga contra gobiernos que gobernaban. Ahora hacemos huelgas contra gobiernos que son gobernados a su vez por otros gobiernos que tampoco gobiernan, porque Europa no tiene otra cabeza que la señora Merkel, que es la que tiene el dinero.
Es cierto que nuestro gobierno tiene un margen para repartir las cargas, y siempre pagan el pato las clases medias y los trabajadores. En eso me uno a la huelga, porque no hay derecho que los que más tienen se vayan siempre de rositas, se escapen de los impuestos o consigan huir a paraísos fiscales.
Pero me pregunto qué pasó con los indignados, si fue una moda o una pasajera fiebre antisistema. Me pregunto de qué parte está la Iglesia , que tiene una doctrina social que ni siquiera los obispos la recuerdan ahora. Me pregunto dónde se escondieron los profetas y si los que quedan se identifican con los sindicatos o no.
Danos luz ante tanta confusión.
Recuerdanos tus bienaventuranzas y ayúdanos a ponernos al lado de los verdaderamente excluidos.
Lo tengo decidido: En este mundo confuso mi huelga hoy es por los que no pueden hacer huelga y mi insignificante voz para los que no la tienen.
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