lunes, 5 de marzo de 2012

Conversión


Sigue curvado sobre mí, Señor, 
remodelándome, 
aunque yo me resista.  
¡Qué atrevido pensar que tengo yo mi llave!  
¡Si no sé de mí mismo!            
Si nadie, como Tú, puede decirme 
lo que llevo en mi dentro. 
Ni nadie hacer que vuelva 
de mis caminos 
que no son como los tuyos. 
Sigue curvado sobre mí 
tallándome 
aunque, a veces, de dolor te grite. 
Soy pura debilidad, -Tú bien lo sabes-, 
tanta, que, a ratos, 
hasta me duelen tus caricias.   
Lábrame los ojos y las manos, 
la mente y la memoria, 
y el corazón,- que es mi sagrado-, 
al que no Te dejo entrar cuando me llamas.   

Entra, Señor, sin llamar, sin mi permiso. 
Tú tienes otra llave, además de la mía, 
que en mi día primero Tú me diste,  
y que empleo, pueril, para cerrarme. 
Que sienta sobre mí tu “conversión” 
y se encienda la mía 
del fuego de la Tuya, que arde siempre, 
allá en mi dentro. 
Y empiece a ser hermano,  
a ser humano,  
a ser persona. 
Ignacio Iglesias, sj

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