jueves, 26 de mayo de 2022

SEMANA DOMINICANA 2022 desde Scala Coeli - (IV)


 

 

El Estudio y la Formación en el Carisma Dominicano

 

            La historia de la Orden y de la Iglesia ha marcado de un modo muy significativo el vínculo entre lo dominicano y la dimensión intelectual, casi que identificando tantas veces el estudio como el centro de nuestra identidad. Y aunque no es exactamente así -el centro, evidentemente, es la predicación- sí que es evidente (y así lo atestiguan san Alberto y santo Tomás, fray Luis y los Renanos, la Escuela de Salamanca o los teólogos renovadores del siglo XX), que el estudio ha sido uno de los rasgos que más ha identificado a los hijos de Santo Domingo de Guzmán.

            Históricamente, en esos tres primeros siglos de vida de la Orden donde lo académico es más brillante, del siglo XIII al XVI, se comprende como un momento eclesial en el que el estudio estaba centrado en los monasterios como una forma de salvaguardar el saber más que sacarlo afuera, y con el auge de las universidades en las que los dominicos tanto influyeron como centros de extensión del conocimiento.

            Del estudio dominicano, me gustaría señalar tres rasgos que quizás a veces pasan algo más desapercibidos.

            Primero. Domingo entendió perfectamente que la predicación exigía el estudio. El no creyente o el creyente en otras cosas, que es a quien va dirigida la predicación, no es un mero receptor pasivo y vacío de nuestra palabra. Tiene sus ideas, sus convicciones, su dignidad y su propia manera de ser y pensar. El estudio y la seriedad de nuestra convicción, ser capaz de argumentar, de dar razón de nuestra esperanza, de sostener la fe de manera racional y comprensible, es en sí una manera de respetar al que no piensa como uno y de tomarle en serio. Ahí hay una profunda intuición dominicana, la de la dignidad de todo ser humano como hijo de Dios, como creatura querida y amada por Dios.

            Segundo. Domingo vinculó profundamente el estudio a la comunidad. No pensamos solos, no vivimos solos, no estudiamos solos. El estudio es siempre un inmenso diálogo tanto con nuestros hermanos con los que vivimos, trabajamos, compartimos misión o proyectos -esas conversaciones que son estudio porque enseñan, comparten, obligan a pensar, reciben lo que otros saben, aportan lo que uno conoce-, como con los que antes que nosotros han estudiado, pensado y escrito. La lectura es un diálogo comunitario con el saber recibido y acumulado para continuar ahondando. Y ahí hay de nuevo otra intuición dominicana, la de la fraternidad humana en el tiempo, la de la condición de hermanos con todos, por hijos de Dios.

            Tercero. Domingo vivió el estudio en concomitancia con la contemplación. Y es que casi que son las dos caras de la moneda del ahondar en Dios. La contemplación, la oración, nutre el estudio y el estudio nutre la contemplación. Poner en ejercicio las distintas dimensiones humanas -racionales y espirituales- para el encuentro con Dios son el camino dominicano para ponerlas al servicio de los demás y para el propio desarrollo de las personas. Y he ahí, una más, otra intuición dominicana: la misión del predicador es la de tratar de favorecer que todo el mundo se encuentre con Dios, porque es un camino fundamental de desarrollo de la persona. Cercenar una parte de la persona, impide que la persona de fruto en todas sus posibilidades.

 Fray Vicente Niño Orti, OP

 

Vida de Santo Domingo: De sus estudios en Palencia

 

Transcurridos los años de su niñez, fue enviado a Palencia para adquirir maestría por medio del estudio de las artes liberales. En aquel tiempo florecía en dicha ciudad un estudio general que abundaba, tanto en el número importante de escolares como en la perfección estudiosa de los doctores. Comenzó, pues, Domingo a conducirse sin pereza, aplicado con diligencia a adquirir la doctrina para la que fue enviado. Para conducir más cumplidamente su alma a la sabiduría, se propuso privar a su cuerpo del vino. De ahí que no lo bebiera durante diez años. Después, a causa de molestias en el estómago, fue obligado por el Obispo de Osma, a tomar un poco de vino. Lo tomaba tan mezclado con agua que pocos se sentían tentados a beber de su vaso. De aquí resultó que, en más breve espacio de tiempo, aprovechó por encima de muchos de sus contemporáneos en la asimilación de las artes liberales.

Instruido competentemente e estas disciplinas, se entregó de lleno al estudio de la teología. Durante cuatro años se aplicó al estudio de la Sagrada Escritura, con tal diligencia y ávido de aprender, que casi se pasaba las noches en vigilia.

Daba preferencia a la santidad sobre las sutilezas de los razonamientos, y al fruto espiritual sobre el follaje de las palabras. Su palabra y predicación no fue con persuasivos discursos de humana sabiduría sino en la manifestación de la virtud.

 

(Basado en el texto “Narración sobre Santo Domingo” (1235) – Pedro Ferrando)

 

ORACIÓN.

 

Dios mío, tú que eres la fuente de la luz,

infunde un rayo de tu claridad

en la oscuridad de mi inteligencia.

Concédeme agudeza para entender,

capacidad para asimilar,

facilidad para aprender,

sutileza para discernir

y gracia abundante para hablar.

 

Concédeme, Verdad de las verdades,

inteligencia para conocerte,

diligencia para buscarte,

sabiduría para encontrarte,

buena conducta para agradecerte,

confianza para esperar en ti,

constancia para hacer tu voluntad.

 

Ordena, Dios mío, mi vida;

concédeme saber lo que tú pides,

y ayúdame a realizarlo para mi propio bien

y el de todos mis hermanos.

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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