Hablar con Dios y de Dios para la salvación
“¿Quién será capaz de dar a conocer por completo la virtud de este hombre? Podemos admirarla, y a la luz de su ejemplo apreciar la flojedad de nuestro tiempo. Poder lo que él pudo no está al alcance de las fuerzas humanas, sino que es una gracia única de Dios.
Sigamos hermanos, en la medida de nuestras posibilidades, las huellas paternas, y a la vez demos gracias al Redentor, que nos ha dado a sus siervos en este camino por donde vamos, un semejante jefe, y nos ha regenerado por medio de él para entrar en la luz de este género de vida.
Pidamos al Padre de las misericordias que, conducidos por el Espíritu por el que obran los hijos de Dios, merezcamos llegar también nosotros a la misma meta de perfecta felicidad y sempiterna bienaventuranza, en la que ha entrado ya él, feliz por toda la eternidad, con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo.”
Así se expresa fr. Pedro Ferrando, op, uno de los primeros biógrafos de Santo Domingo, tras la muerte de éste en 1221.
De Santo Domingo se dice que primero “habla con Dios” para después “hablar de Dios”. Y todo ello con el ansia de la salvación del mayor número de personas que, o no conocían al Señor o estaban equivocados en la forma de conocerlo, por culpa de las herejías.
Eran conocidas por sus hermanos las muchas noches que Domingo se dedicaba al diálogo-oración con el Señor; incluso, cuando iba de camino con ellos, su tema era siempre lo que denominaba la “salvación de las almas”. Y esto mismo llevaba a cabo en su relación con las personas, bien por medio de la predicación o entregándose al ejercicio de obras de caridad.
Pero, en todo caso, manteniendo la alegría en las actividades de cada día, dedicando sus fuerzas en tal empeño, disfrutando de las oportunidades que se le presentaban para la salvación; abriendo su corazón a la gente, toda buena, que se encontraba; con los ojos y oídos abiertos para conocer mejor las miserias humanas, y con el mejor talante, y la ayuda de los ejemplos de la vida de Jesús, conseguir llegar al corazón y al alma de los que iba encontrándose. Y siempre con ese amor auténtico que hace surgir la fuerza de la audacia, la osadía y el atrevimiento para ser verdadero colaborador en la grandeza de la Creación.
Para conseguir alcanzar esa dimensión trascendente de la vida que es la belleza, no sólo material sino también espiritual, lo que Dios ha creado y puesto al servicio del hombre, desde la propia naturaleza hasta ese corazón sensible que se emociona, que ríe y llora, que siempre está dispuesto al amor a Dios y a nuestros semejantes, sobre todo los más necesitados.
De la vida de Santo Domingo: diálogo con hospedero cátaro en Tolosa
Aconteció que el rey Alfonso VIII había encargado al Obispo de Osma, en 1203, la misión de dirigirse a Dinamarca a pedir la mano de una dama de la nobleza para su hijo Fernando. Los monarcas europeos, en aqulla época, solían establecer alianzas matrimoniales con estirpes regias de diferentes reinos.
El Obispo acepta y como compañero de viaje lleva a Domingo, por aquel entonces canónigo de su catedral. Al pasar por Francia, llegados a Tolosa, Domingo quedó muy preocupado al advertir que los naturales de la región estaban echados a perder desde hacía tiempo por el contagio de las herejías cátara y valdense, conmoviéndose en el alma y compadeciéndose de ellos por su muy penosa situación.
En la misma noche en que fue recibido en la hospedería de dicha ciudad, Domingo mantuvo con calor y firmeza una larga conversación con el hospedero, que era hereje. Impulsado por su formación teológica e intenso amor a Cristo, Domingo no pudo entregarse al descanso nocturno. Tanto es así que el resultado del diálogo entre Domingo y el hospedero fue que éste no se pudo resistir por más tiempo a la sabiduría y al espíritu con que le hablaba Domingo, convenciéndolo, tanto por su modo afable de persuadir, como por la irrefutable conexión de sus argumentos.
ORACIÓN.
Santo padre Domingo,
que siempre “hablabas con Dios o de Dios”.
Nos dirigimos a ti,
para que nos obtengas la gracia
de comprender la voluntad del Señor
y la fuerza de sentir sus caminos.
Te confiamos esta Familia que iniciaste,
y te pedimos por ella, por su presente y su futuro.
Intercede por todos los que queremos seguirte
alabando a Dios nuestro Padre,
bendiciendo a todos los hombres
y predicando la Buena Noticia de Jesús, el Señor.
Confiamos en tu ayuda, la que nos prometiste,
Santo Padre Domingo,
y la de todos los intercesores de la Orden. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comparte con nosotros...