Signos
Desde Juan XXIII y, sobre todo, Gaudium et Spes, el esquema XIII del
Concilio Vaticano II, pertenece al común lenguaje teológico la expresión signo de los tiempos. Ya Jesús alude a
los mismos cuando reprocha a los fariseos que aciertan al descifrar las señales
atmosféricas y climáticas y no advierten los signos de los tiempos mesiánicos,
entre otras el de Jonás.
¿Y para qué estos signos hoy? Para comprender en
profundidad qué flecha sigue nuestra historia humana, para poner de relieve
cuáles son las demandas más serias de cada momento del devenir humano, tan indigente
del amor de Dios. Signos que es preciso sean procesados a la luz de la fe y con
la inspiración del Espíritu para descubrir o, al menos, atisbar indicadores de
la presencia del reino de Dios aquí y ahora.
No existe un protocolo que dicte qué cosas son
signos y cuáles no; por eso, y a sabiendas de que cada uno tiene su propio
catálogo, indico los que, desde este modesto rincón, son indicadores del
proyecto de Dios entre nosotros. Así, la sensibilidad en no pocas comunidades
ante el dolor inmenso de los siete años del conflicto de Siria, geografía que
ve crecer a sus niños entre bombardeos e innumerables carencias y crueldades;
la conciencia que ha emergido en Europa, no en sus mandatarios, de ver
convertido el Mediterráneo en mar de dolor y muerte por mor de la migración;
los cinco años del Papa Francisco, al que por la gracia de Dios, toda persona
de buena voluntad entiende y agradece su lenguaje misericorde; la necesidad
emergente en no pocas comunidades cristianas de priorizar el ser testigos del
amor de Dios antes que saber todas las doctrinas y ritos; la inmensa bondad de
una sencilla mujer que nos ha transmitido la fuerza de la vida en medio de la
trágica pérdida de su hijo y ha ejemplificado de modo admirable la bienaventuranza
de los limpios de corazón. ¡Ojalá el Espíritu consolide entre nosotros la
generosidad del reino que atisbamos en estos signos, y en otros muchos, de
nuestro tiempo!
Fr. Jesús Duque OP.