Fuga Theologiae
Que los tiempos que vivimos, amén de difíciles por
las soluciones que reclaman, son complejos por la cantidad de demandas que
ponen sobre la mesa de nuestro día a día, es una apreciación difícil de
rebatir; la institución eclesial, por su parte, no escapa a este dictamen,
tanto si la vemos desde su versión jerárquica como en la más difusa de Pueblo
de Dios.
Se reclaman respuestas casi mágicas que aminoren
tanta indeterminación como la que nos traen los tiempos nuevos. Así, ciñéndonos
al ámbito eclesial, se recomienda más el atento cumplimiento de páginas
catequéticas que el coherente seguimiento de un recorrido evangélico; más
presencias devocionales y manifestaciones externas que ocasiones de experiencia
de Dios y escucha de su Palabra; más cumplimiento normativo que búsqueda del
rostro de Dios; más declaraciones acusadoras que palabras de ánimo. En algunos
sectores, incluso, se escucha aquello de “menos estudios, menos teología y más
mística”. Aparte de no saber lo que se pretende con menos mística, miedo
produce la huída de la teología, el renunciar al decir hoy de la fe desde la
vivencia y la búsqueda del Pueblo de Dios a lo largo de la historia, porque en
estos hechos radica el éxito de acertar hablar a Dios de lo que vive y sufre el
hombre contemporáneo. La Biblia y el periódico, la Palabra de Dios y los medios
por donde se filtra el latido de nuestro mundo, con sus prisas y provocaciones,
postureos y corrupciones, pero con indudable
esperanza y deseo de avanzar. Desde el Pueblo de Dios, no obstante, no
habrá servicio acreditado a la gloria de Dios si nos empeñamos en huir de la
teología, que no es otra cosa que dar con el adecuado hablar a Dios de lo que
los hombres sufren y anhelan, y a éstos del mucho amor del que prefiere ejercer
con todos nosotros de Padre-Madre a fungir de Dios: el de Jesús de Nazaret.
Fr. Jesús Duque OP.