Comunidad
de esperanza
El vocablo crisis
está omnipresente en todos los diagnósticos de la variada y compleja realidad
de nuestros días. Al parecer, indica más contenido de inseguridad en sus
perfiles y de inestabilidad en su clave temporal que de apuesta ilusionada en
un inmediato futuro. También la crisis aflora en el Pueblo de Dios, sobre todo
cuando damos más cabida a las decisiones y proyectos humanos que a una
trabajada confianza en el Espíritu, el que tiene que manejar el gobernalle de
la Iglesia.
Estamos en camino, es evidente. Y bien que se
agradecen las palabras de Francisco que nos dicen mucho y bien de la alegría
del Evangelio, de la grandeza del servicio fraterno, de la ternura materna de
un Dios Padre, de los vestigios del Creador en el mundo nuestro de cada día.
Palabras que no lanzan dedo acusador alguno, antes al contrario, bien repletas
que están del gesto misericorde de un corazón grande. Enormidad de corazón que
solo es posible cuando se deja entrar en él la luz humanizadora del Maestro de
Galilea.
Muchas voces se oyen hoy en la Iglesia que
insisten en la clave del cumplimiento y en las prácticas cuaresmales externas,
muy distintas de otras que, por fortuna, nos dicen mucho y bien de una Iglesia
como Comunidad de Esperanza, capaz de transmitir la Buena Noticia y de
proclamar bien claro que Jesús de Nazaret sigue hablándonos de un Dios amigo de
todos, por mucho que nos empeñemos en marear la perdiz de nuestros problemas y
crisis.
Fr. Jesús Duque OP.