Santo Domingo de
Scala-Coeli + Dominicos
De nombres:
Hablar de nombres, se dice, es quedarse en la
epidermis de las cosas, porque no pasa de ser mero artificio para identificar y
ordenar personas y cosas. Hoy, asignar nombres a personas, obedece a diversas
razones: mantener el epónimo o nombre usual en la familia, seguir el uso nominal
del momento del nacimiento, resaltar alguna deuda con algún santo o santa,
detentar el del patrón o patrona de la localidad, en fin, varios palos que se
tocan en esta melodía, y todos con sobrada razón para quien los pone y los
lleva.
Pero no siempre fue así; en el pasado, y en no
pocas comarcas castellanas, el nombre venía impuesto por el del día natal de la
nueva criatura, uso que ahuyentaba dudas y desaciertos. En la Biblia, a su vez,
el nombre señala a lo que es la persona, su identidad y lo que se espera de
ella, o mejor dicho, su misión y cometido vital.
El tiempo de Adviento, cuyo remate alcanzamos de
inmediato, tiene su dramatis personae particular,
cuyo significado apunta a la diana navideña, tan cercana. El nombre de Isaías,
profeta inevitable en este recorrido, nos dice que Yahvé es salvación; Ana y
Zacarías, los padres de Juan el Bautista, cantan en sus nombres que Dios es
compasivo, en el de ella, y que Yahvé se acordó de nuevo, en el de él. El hijo
esperado de ambos, Juan, con su nombre nos habla de que Dios es misericordioso.
Y como es de esperar, los personajes principales no desentonan de los del
reparto; cierran el elenco José el justo y María, la señora, que dan la mejor
cobertura a su hijo Jesús, que significa Dios salva, el vaticinado Emmanuel del
Viejo Testamento, el Dios con nosotros. Aún así, ¿habrá quién no sepa qué
celebramos los cristianos en nuestra bendita Navidad?
Fr. Jesús Duque OP.