El respirar de María
Sin María de Nazaret no ha lugar el Adviento. Cierto
y obvio, pero uno se goza en el subrayado que el calendario hace de la joven
sencilla que supo ser cálido espacio para la grandeza del Señor.
María, grávida, respira esperanza, pues su aliento
es joven, perfumado, de rosas y menta. Y lo celebra y baila como niña,
esperanza juguetona y divertida porque como niña sabe bien el bienmesabe del Reino de su Hijo que
desdramatiza miedos y robustece rodillas vacilantes.
La bienaventurada porque ha creído exhala una
osada esperanza pues el toque de su alma roza el horizonte de los sueños que
animan y liberan; por eso, en su perfil enteco, se torna fuerte, y sin saber cómo,
vence obstáculos con la fuerza de su debilidad y su paciente espera.
Y, en su esperanza, María suma y crea, innova y
avanza, porque el que miró la pequeñez de su condición hace, con y por ella, un
cielo nuevo y una tierra nueva para todos los que nos asilamos a su materna
sombra.
Fr. Jesús Duque OP.
MARÍA
(Fructuoso Mangas A pie de obra)
Eres tierra feraz, llena de simiente divina;
eres María, agua escondida, venero secreto;
eres, María, fuente clara de aguas vivas;
eres, María, manantial del que nace la gracia;
eres, María, hilillo fino de agua cristalina;
eres, María, limpio arroyo que del monte viene;
eres, María, ancho río entre las dos orillas;
eres, María, amplia puerta y desembocadura;
eres, María, alta mar de inmensidad divina.
Eres, María,
tierra, agua, fuente,
manantial, hilillo fino,
arroyo, ancho río,
puerto, boca y ría
y mar sobre la que se cierne
fecundo el Espíritu
y donde, ¡niño!,
se mece el autor de la vida