“Acabada ya la batalla de la Pasión, cuando aquel dragón infernal pensó que
había alcanzado
vitoria del Cordero, comenzó a resplandecer en su ánima la potencia de su divinidad, con la cual nuestro león fortísimo descendió a los infiernos, y,
vencido y preso aquel
fuerte armado, lo despojó de la rica presa que allí tenía cautiva, para que,
pues el tiranohabía
acometido a la cabeza sin tener derecho a ella, perdiese por vía de justicia el
que pensaba
tener en los miembros. Entonces el verdadero Sansón, muriendo, mató sus
enemigos.
Entonces el Cordero sin mancilla con la sangre de su testamento sacó sus
prisioneros del lago donde
no había agua (cf. Zac 9,11). Entonces el verdadero David con la espada de Goliat cortó la cabeza a Goliat, cuando el Salvador, con la muerte, venció el
autor de la muerte, el cual
por medio della llevaba todos los hombres cautivos a su reino.
Habida, pues, esta gloriosa vitoria, al tercero día el autor de la vida,
vencida la muerte, resucitó
de los muertos, y así salió el verdadero José de la cárcel del infierno por
voluntad y mandamiento
del Rey soberano, trasquilados ya los cabellos de la mortalidad y flaqueza, y vestido de ropas de hermosura y inmortalidad.
Aquí tienes luego que considerar la alegría de todos los aparecimientos que
hubo en este
día tan glorioso, que son: la alegría de los padres del limbo, a quien el
Salvador primeramente
visitó y sacó de cautivos; la alegría de la sacratísima Virgen, nuestra Señora;
la alegría
de aquellas santas mujeres que le iban a ungir al sepulcro; y la alegría
también de los discípulos,
que tan desconsolados estaban sin su Maestro, y tanta consolación recibieron en
le ver
resucitado.
Pues, según esto, considera primeramente qué tan grande sería la alegría de
aquellos santos
padres del limbo en este día con la visitación y presencia de su libertador, y
qué gracias y
alabanzas le darían por esta salud tan deseada y esperada. Dicen los que
vuelven de las Indias
Orientales en España, que tienen por bien empleado el trabajo de la navegación
pasada, por la
alegría que reciben el día que entran en su tierra. Pues, si esto hace la
navegación y destierro de un año, o de dos años, ¿qué haría el destierro de tres o
cuatro mil años el día que
recibiese tan gran salud y viniese a tomar puerto en la tierra de los
vivientes?
(Fr. Luis de Granada)