Notas sobre la tercera jornada
En esta soleada mañana de domingo, el P. José Antonio nos ha
invitado a recoger las redes tras haber reflexionado ayer sobre el celo
profético. Partimos del texto de San Lucas 12, 1-3, en el que Jesús hace
advertencias a los regentes de la religión, que lo son también para los que
queremos tomar el relevo de los profetas.
Al igual que en el comienzo de estas jornadas, terminamos
también con unas palabras del Papa pronunciadas en la Basílica de San Pablo
Extramuros de Roma el 29 de junio de 2013 sobre el testimonio de vida. No se
puede ser creyente sin dar testimonio, es lo que nos queda para no sentirnos
frustrados ante las dificultades de la vida. Ponía en evidencia así quienes
eran los verdaderos y los falsos testigos o profetas.
¿Cómo ser dominico hoy siendo fiel a Cristo y siendo mi vida
útil a los demás aunque no diga ni una palabra?
El Papa habla de una "clase media de la santidad"
de la que todos podemos formar parte influyendo en nuestros ambientes como
santos ocultos, porque al final los demás lo agradecen más que las palabras. No
nos faltan oportunidades para dar testimonio y eso es evangelizar. Predicar con
la vida tal y como hacía San Francisco de Asís. Y dice también "la
incoherencia de los fieles y pastores entre lo que dicen y hacen mina la
credibilidad de la Iglesia, de la fe, del Evangelio." Pero anunciar y dar
testimonio (palabra y gesto) sólo es posible si estamos junto a Él en
intimidad, de manera que lo reconozcamos como único Señor poniéndolo en su
lugar. El celo, la pasión de que Él nos guía y todo lo que hagamos en nuestra
vida lo hacemos según su plan.
Ello tendrá como consecuencia, dice el Papa, despojarnos de
nuestros "ídolos" y seguirlo con fidelidad, valentía y gozo con el
testimonio de nuestra vida.
De esta coherencia de vida fue modelo Santo Domingo y los
dominicos la tenemos bien formalizada: "Contemplar y dar lo
contemplado". Uno de los rasgos dominicanos es el equilibrio entre lo
personal y la comunicación. La contemplación o el celo por Dios y de ello deriva
la entrega con todas las consecuencias que es dar lo contemplado o el celo por
los demás. De aquí que se puedan hacer varias afirmaciones:
1. No debemos separar oración y compromiso.
2. La oración nunca puede suplir lo que hay que hacer, pero
mejora su realización.
3. La oración me saca de mí mismo para llevarme a Dios y a
mis hermanos.
4. Revisar costumbres, instalaciones, acomodos y hasta
mentalidades para lograr ese equilibrio.
Terminamos los ejercicios con muchas preguntas para nuestra
reflexión interior: ¿a qué me compromete mi oración? ¿qué tiene de profética?
¿qué dificultad encuentro para armonizar oración y compromiso? ¿cómo puedo
trabajar ésto en comunidad?...
P.M.S.
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