sábado, 7 de febrero de 2015

Ejercicios Espirituales en Scala Coeli, para dominicos seglares (II) 6-8 Febrero 2015



Notas sobre la segunda jornada

Hoy, sábado, hemos visto la dimensión cristiana de la vida a través del estudio de tres grandes experiencias, a través de tres grandes maestros que tiene el Espíritu de Dios, lo defienden con pasión, con celo (“el celo de Dios  me consume”) para con Dios y para con los demás. Unas grandes personas que consideramos Profetas.

Elías
Vive esta conciencia del celo de Dios (I Reyes 19,9-14) en la soledad, en la oración, en el silencio, incluso en la crisis (lo perseguían).
Hay señales en la vida profética de Elías que también podemos encontrar en nosotros mismos, y que hacen que podamos nosotros también llamarnos profetas:
-         Es una persona que tiene intimidad con Dios. El profeta está en íntima relación con Dios, el hombre que sabe leer los acontecimientos con lenguaje y lugar de Dios. Para el profeta los problemas son vistos como oportunidades.
-         El profeta es el defensor de los oprimidos, de los hijos de Dios (I Reyes 17, 7-24). Defiendo a Dios, defendiendo a los oprimidos. Dios se vale del profeta para que, a pesar de las crisis, haya mejorías.
-         La oración, la soledad, el silencio y el diálogo con Dios alimenta el celo, la pasión de Dios. El profeta es ese hombre que tiene experiencia de Dios  y que quiere, con su palabra y con su vida, llevar a los hombres a vivir realmente la salvación de Dios.

Jesús
            Los hechos y la vida entera de Jesús lo presentan como Profeta. Incluso Él mismo lo confirma con sus palabras.
            Un ejemplo concreto del celo que demuestra Jesús por Dios es la expulsión de los mercaderes del Templo, narrado por San Juan en su capítulo 2, 17.
            Es la lucha contra las idolatrías que quieren sustituir a Dios
            Este relato es narrado por los cuatro evangelistas; pero, mientras que los tres sinópticos lo ponen al final de la vida pública de Jesús (y sería uno de los motivos de acusación contra Jesús), Juan lo pone al principio de su vida pública, dando a entender que esto es lo que le mueve a hacer todo lo demás, el celo de Dios. Celo como ardor, pasión.
            Jesús es un apasionado por la causa del verdadero Dios y, cuando ve que está siendo desfigurado por intereses económicos y egoístas, reacciona con celo apasionado, denunciando esa religión falsa e hipócrita.

Domingo de Guzmán
            Pio XII dijo de Sto. Domingo que tuvo en la Iglesia “el papel de la Palabra que, como la de Cristo, quema y martillea”.  Sin renunciar a ser un contemplativo, sabe que lo suyo es la Pasión de la Palabra de Salvación.
            El celo de Santo Domingo se pone de manifiesto en la oración (“Señor mío, Misericordia mía, ¿qué será de los pecadores?) y en la predicación (la cual nos es solo anuncio del amor de Dios, de hacer presente la ternura de Dios, sino también denuncia de lo que impide que el amor de Dios llegue a todos).
            Santo Domingo no vive aislado de los hombres. Vive y participa de sus realidades cotidianas y conoce sus necesidades espirituales y materiales. Y cuando habla de Dios no puede dejar de hablar de lo que es el querer de Dios: la salvación de los hombres.
            Ya, desde 1222, en sus Constituciones se expresa que la Orden, desde sus primeros días, ha sido especialmente instituida para la predicación y la salvación de las almas; así, el esfuerzo de sus miembros debe tender principalmente a ser útiles a las almas.
            Domingo ama a Dios, al Amor, y con ello está amando a los hombres, que son amados de Dios e hijos suyos. El celo de Domingo es por la salvación de los necesitados, los alejados y los pecadores, por todos aquellos que no viven como hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, y pueden llegar a perderse, quedar excluidos del bien más grande que el hombre puede tener: el encuentro con el Padre, la felicidad eterna. Ama a sus prójimos en Dios, y su celo le lleva a amar y hacer todo por ellos.
            Su testamento expresa su vida, su celo y los métodos para la predicación: “He aquí, hermanos e hijos míos, el patrimonio que os dejo; tened Caridad, guardad la Humildad, conservad la Pobreza voluntaria”. Todo en orden al celo por la salvación de las almas.

A.-J. R.H.

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