·
Una
lectura extraña (Mateo 24, 37-44) que seguramente nos ha dejado la inquietud de
leerla más veces para saber qué nos quiere decir.
·
Es
una manera de expresar lo imprevisto en nuestra vida. Algo que quizás nosotros
tenemos muy presente cuando nos damos cuenta de cómo ha venido la crisis a
nosotros.
·
Nuestro
mundo primero –el mundo rico- se parecía mucho a aquello que se definía como
“la ciudad alegre y confiada”. Teníamos crédito, había recursos, estábamos
bien, no nos amenazaba ninguna guerra ni ninguna destrucción y, por lo tanto,
estábamos realmente metidos en nuestras cosas, en el día a día, que no quiere
decir que fuera malo, evidentemente, pero no había otros planteamientos.
·
De
pronto, sin saber cómo, se hunden los mercados, empieza la crisis laboral y ya
no podemos decir que sólo a los otros –los de fuera- les está pasando algo.
Como nos ha dicho el Evangelio, son los más próximos. ¿Quién no tiene en su
familia un caso de parado, un caso de persona que ha visto reducidas sus
posibilidades, algún joven que ha tenido que salir a buscar trabajo al
extranjero?
·
Y
en esos momentos, donde lo imprevisto llega, donde ya no vale seguir pensando
lo mismo, ni haciendo lo mismo, es cuando el Señor nos llama a la vigilancia.
·
La
vigilancia no quiere decir estar en
tensión, estar angustiado, sino estar
lúcidos. La vigilancia, según el Evangelio, es una doble actitud. Por un lado,
es una actitud inteligente, porque es darse cuenta de lo que está pasando, de sus
causas, de sus efectos y de buscar alternativas; y, por otro lado, es una
actitud práctica; ya que no se trata de lamentarse, se trata de saber –aquí y
ahora- qué es lo que tenemos que hacer.
·
La
vigilancia nos es incómoda. ¡Es tan fácil y tan cómodo mirar para otro lado,
mientras no te toque! ¡Es tan fácil echar la culpa a los otros! Y, sin embargo,
la vigilancia que pide el Señor es, empezando con uno mismo, colaborar con los
demás a solucionar los problemas de todos.
·
Quizás,
lo que tenemos que hacer es empezar a pensar de otra manera. Las personas
sentimos y hacemos según lo que pensamos: si creemos que todo está perdido, nos
dejamos dominar por la angustia, por la decepción, por el miedo, y es fácil
tirar la toalla. Si encontramos que la crisis es una oportunidad para
plantearnos las cosas en mejor y en más profundo, entonces nuestra manera de
actuar y de sentirnos en ese momento será absolutamente diferente.
·
¿Hay
algún elemento, algún factor, que nos permita pensar de otra manera para sentir
de otra manera para trabajar de otra manera? SI. Ese factor, ese elemento, ese
ingrediente que nos puede cambiar la vida es precisamente el protagonismo que
le demos a Jesús y a su Evangelio en nuestra existencia. Él nos permite ver
distinto, sentir distinto, actuar distinto; no porque miramos en el cielo, más
allá de la vida o nos consolamos en una falsa resignación, sino que la tomamos
como ejemplo, nos “arremangamos” como Él, y entonces hacemos nuestra vida como
la suya, un “ir pasando haciendo el bien”.
·
Por
eso es tan importante el Adviento, para darnos cuenta de ese protagonista, de
ese elemento, de ese factor tan importante en nuestra vida, tan práctico en nuestra
vida, tan inteligente. La Fe no es ni falso consuelo, ni opio, ni
entretenimiento, ni tranquilizante de conciencia, ni una cosa que está bien, ni
una costumbre agradable y tradicional…. Tiene que ser ese factor y ese elemento que nos permita
vivir mejor, más profundamente y más útilmente; y si no, no es Fe.
·
Darnos
cuenta de ese protagonismo de Jesús en su tres venidas:
o
Una,
cuando nació en Belén. A través de su vida, de sus 33 años de vida hasta la
muerte en cruz, nos va diciendo cómo ser persona libre, responsable, solidaria.
¿Cuál es el modelo nuestro de humanidad, cómo tendríamos que ser todos los
hombres y todas las mujeres? Cómo es posible serlo, porque es muy fácil en la
teoría de un filósofo, pero es que Él
vivió lo que predicó, y en un entorno difícil. En las circunstancias más reales
y más duras, Jesús demostró que se puede ser una persona digna, solidaria, en
pie. Y ese tiene que ser nuestro referente siempre, frente a todos nuestros
pesimismos. Si estamos dispuestos a invertir lo que Él invirtió –su propia
vida- y a recorrer sus propios caminos como Él los recorrió –su método-,
tendremos, por una parte, sus mismos oponentes y sus mismas dificultades, pero,
también, sus mismos resultados en mí y en los demás.
o
La
segunda venida del Señor es del final de los tiempos. Nosotros, porque tenemos
a Cristo y su Palabra, sabemos que la historia no es un simplemente repetirse
en un eterno retorno, sino que la historia va hacia adelante y hacia arriba, si
nosotros nos incorporamos a ese proceso.
Frente
a tanta mentira y ocultación en nosotros, en los demás y en la historia, cuando
se quieren cambiar las cosas porque se les llama de distinta manera, pero
siguen siendo tan injustas; cuando nos mentimos tanto y nos engañamos tanto a
nosotros mismos, el poner en claro a las cosas es muy sano. Eso es lo que se
llama el Juicio Final. Pero poner las
cosas en claro también significará valorar todo lo bueno de todas las personas,
por poco que sea esto, con tal de que sea auténtico.
o
Y, entre una venida y otra venida, está
–podríamos llamar una tercera venida, que es la de todos los días. Cristo
resucitado está presente en nosotros y está llamando a la puerta de nuestra
atención y de nuestra intención, a la puerta de nuestro ser más íntimo, a la
puerta de nuestra conciencia y de nuestra alma, diciéndome “ ¿Qué puesto me das en tu vida? ¿Quién soy yo para tí?.
·
¿Qué
queremos que haga el Señor por nosotros? De verdad. En un primer momento,
quizás la solución de nuestros problemas más inmediatos. Pero conforme vamos
profundizando, sentimos que Él nos va concediendo algo más permanente, más
íntimo, más revolucionario, más transformador: a Él mismo
·
Por
desgracia, la preparación de las próximas fiestas, las celebraciones, las
compras, etc. hacen que pasemos el tiempo de Adviento muy despistados. Tenemos
que reivindicar como un derecho de toda persona y de nosotros, los cristianos,
tener tiempo, espacio, para poder darnos cuenta de la Venida del Señor. Que nos nos roben la Navidad, pero sobre todo,
que no nos robemos la Navidad a nosotros mismos. Que seamos capaces de darle
importancia a lo que es realmente importante porque es necesario y urgente:
cómo recibimos, cobijamos y seguimos a Jesús de Nazaret y su Evangelio. Solamente
así vendrá la Navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comparte con nosotros...