Reseña biográfica : P. José Fernández Moratiel. Nació en
Santa Olaja de Eslonza, (León) el 17 de marzo de 1936. Ingresó a los trece años en la Escuela
apostólica de Corias (Asturias) donde cursó los cinco años de estudio que se
exigían para acceder al Noviciado. El año de Noviciado que se iniciaba con la
imposición del hábito de la Orden, transcurrió en el Convento de San Pablo de
Palencia, en el curso 1954-1955, año en que hizo su consagración al Señor y a
la Iglesia como Dominico. Se trasladó al convento de Las Caldas de Besaya para
cursar los estudios de filosofía y al término de los mismos hizo su profesión
solemne el año 1958 e inició los estudios de teología en el convento de
Salamanca. En 1962 fue el año de su ordenación sacerdotal y en 1963 salió ya
destinado a ejercitar su alma de apóstol a través de la predicación. Una
primera y corta experiencia en Valladolid, regreso a Salamanca para colaborar
en la formación como ayudante del P. Maestro de estudiantes y en 1968 llegó a
Pamplona que fue su convento hasta su muerte. Creador de la llamada ”escuela
del silencio”. Todas las regiones de España y América han sentido el contagio
de su voz calmada invitándoles a entrar dentro de sí mismos y hallar allí la
fuente del gozo verdadero: “el silencio como seducción de lo absoluto”. En
Scala Coeli se celebraron un número muy importante de sesiones de la Escuela
del Silencio, del Padre Moratiel.
Hablar de Moratiel es tan dificil y tan fácil, como lo pueda ser
hablar del Silencio.
Se puede hablar de él y nunca se le llega a expresar.
Pueden usarse miles de palabras, y nunca podrá ser captado en su
definición.
De Moratiel, supongo que como de todo ser humano, se puede hablar y
utilizar prolijamente adjetivos, que se aproximarán a su figura, pero al final,
(con palabras de el Principito), "Lo esencial es invisible a los
ojos"...también a las palabras...
Moratiel, era un hombre "humano", que despertaba la humanidad a
su alrededor.
Nunca pretendió "enseñar". Decía que el Silencio es el que enseña.
Sin embargo, él sí nos enseñó, en su manera de vivir, dónde está la verdadera luz y la fuerza y la alegría del hombre.
Nunca pretendió "enseñar". Decía que el Silencio es el que enseña.
Sin embargo, él sí nos enseñó, en su manera de vivir, dónde está la verdadera luz y la fuerza y la alegría del hombre.
Asombraba, en él, su no acepción de personas.
No escogía a nadie.
Su capacidad de acoger, a todos, no tenia límite. Su capacidad de escuchar,
de comprender, de aliviar, de alegrar, de impulsar hacia adelante, de ayudar a
situarse en el presente..
Acercarse a él, era quedar "convertido" en bueno. Su talento para ver a cada uno en lo mejor de si mismo, era un gran aliento, para el caminar.
Mientras vivió aquí, muchos se sintieron únicos para él.
Después de su muerte, se descubrió que todos se habían sentído igualmente únicos para él.
Cuando yo era pequeña, me preguntaba cómo era posible que Dios me quisiera a mí personalmente, que se ocupara de mí, y que supiera hasta mis más ínfimos pensamientos...y, ¿Qué pasaba con los otros? ¿Cómo podía quererlos con esa misma dedicación que a mí...?
Luego, de mayor, he descubierto cómo lo podía hacer.
Yo he "sabido" cómo ama Dios, cómo acoge Dios, cómo consuela Dios...por la manera en que Moratiel hacía todo esto.
Siendo como era: hombre, limitado, sencillo, respetuoso, cálido, sereno, alégre, ecuánime, paciente,..."sabía de quién se había fiado..."
Todo él, como nuestro padre Stº Domingo, no sabía sino "Hablar con Dios, o de Dios", fuera cual fuera la conversación, estaba en Dios, y a él comunicaba.
Lo máximo que un hombre puede alcanzar en este mundo, es "conocer" a Dios. Gracias a Moratiel, somos muchos los que hemos saboreado ese inménso don.
La presencia de Moratiel, que sigue viva entre nosotros, solo despierta Gratitud y Gozo.
Él, como su Maestro, también pasó haciendo el Bien...
Y nosotros, los que le hemos visto y oído, somos sus testigos, y damos testimonio...
Acercarse a él, era quedar "convertido" en bueno. Su talento para ver a cada uno en lo mejor de si mismo, era un gran aliento, para el caminar.
Mientras vivió aquí, muchos se sintieron únicos para él.
Después de su muerte, se descubrió que todos se habían sentído igualmente únicos para él.
Cuando yo era pequeña, me preguntaba cómo era posible que Dios me quisiera a mí personalmente, que se ocupara de mí, y que supiera hasta mis más ínfimos pensamientos...y, ¿Qué pasaba con los otros? ¿Cómo podía quererlos con esa misma dedicación que a mí...?
Luego, de mayor, he descubierto cómo lo podía hacer.
Yo he "sabido" cómo ama Dios, cómo acoge Dios, cómo consuela Dios...por la manera en que Moratiel hacía todo esto.
Siendo como era: hombre, limitado, sencillo, respetuoso, cálido, sereno, alégre, ecuánime, paciente,..."sabía de quién se había fiado..."
Todo él, como nuestro padre Stº Domingo, no sabía sino "Hablar con Dios, o de Dios", fuera cual fuera la conversación, estaba en Dios, y a él comunicaba.
Lo máximo que un hombre puede alcanzar en este mundo, es "conocer" a Dios. Gracias a Moratiel, somos muchos los que hemos saboreado ese inménso don.
La presencia de Moratiel, que sigue viva entre nosotros, solo despierta Gratitud y Gozo.
Él, como su Maestro, también pasó haciendo el Bien...
Y nosotros, los que le hemos visto y oído, somos sus testigos, y damos testimonio...
Carmenmaría Hernández Alonso
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