Señor,
Tú eres infinitamente
grande,
y no hay ninguna alabanza
que pueda hacerte
justicia.
Sin embargo,
yo, un hombre,
yo, esta pequeñez que Tú
has creado,
me atrevo a cantar tu
alabanza.
Y eres Tú, Dios mío,
quien me inspira este
deseo.
Eres Tú quien me
proporciona
una misteriosa alegría,
cuando proclamo tus
maravillas.
Nos has creado para Ti
y nuestro corazón
no descansará en paz
mientras no repose en Ti.
San Agustín
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