Retiro de laicos
dominicos en Scala Coeli, Córdoba
¿Cómo vengo espiritualmente?¿Qué tengo que ver con la
santidad de Santo Domingo, de San Alvaro de Córdoba y del Beato P. Francisco de
Posadas?
Son las primeras cuestiones que se plantearon en el Retiro para
laicos dominicos celebrado entre el viernes 9 y el domingo 11 de febrero, en el
convento de Scala Coeli de Córdoba, con la dirección de Fr. José Antonio
Segovia, O.P., y al que han asistido una treintena de laicos dominicos de Jaén,
Sevilla, Bormujos y Córdoba, con una amplia representación de las Fraternidades
de estas tres últimas ciudades.
Y la primera respuesta a dichas cuestiones es que la vocación
fundamental de todos los cristianos debería ser el ser santos, porque Dios es
santo. Dios es santo amando a todos y siempre. El Amor es el camino de la
santidad de Dios. Y ese mismo Amor es el que los cristianos hemos de buscar y
alcanzar: Amor a Dios y Amor a los demás.
Pero ser santos no quiere decir que los cristianos seamos
perfectos. Es ser buenos. Santo no es el perfecto, santo es el que se siente
amado incluso y a pesar de sus imperfecciones. La imperfección no tiene por qué
ser considerada mala, es una oportunidad. Los débiles, los pobres son los
amados y fortalecidos por Dios para que puedan amar y fortalecer desde su
propia debilidad a otros.
En resumen, la vocación a la santidad consiste en reciclar
nuestra vida, nuestras miserias, nuestros límites, nuestras pobrezas, en la
novedad de Jesús, asumiendo nuestras propias imperfecciones y sabiéndonos
amados en ellas por Jesús.
Otra cuestión planteada en el Retiro fue el grado de
compromiso con el que se vive la fe, tanto a nivel personal, como desde el
ámbito de las Fraternidades laicales dominicanas, considerándose que en éste
último caso dependerá del compromiso de todos y cada uno de sus miembros.
En algunos casos puede considerarse que el significado y el
lenguaje de las promesas dentro de las Fraternidades sea difícil de entender,
pudiéndonos servir para aclararlo el ejemplo del Beato Padre Francisco de
Posadas, del cual se cumple en este año el 200 aniversario de su beatificación,
quien nos dice que “no puedo ser feliz yo si no hago felices a los demás”. Y
esto también lo podemos ver en diversas actitudes del propio Jesús cuando
manifiesta que “quien quiera ser el primero que sea el servidor de todos”, que
el mayor grado de madurez consiste en hacerse simple, sencillo, humilde,
pequeño; en definitiva, volver a las fuentes de la fe y del carisma.
Y para ello qué mejor concreción que las palabras de Pablo a
su discípulo Timoteo, cuando habla de “practicar la justicia, la fe, el amor,
la paciencia, la dulzura, … predicar la Palabra, insistiendo a tiempo y
destiempo, usando la ciencia y la doctrina, procurar ser prudente, llevar bien
el sufrimiento , predicar el Evangelio y consagrarse a dar testimonio.
Finalmente, y concretando aún más para los laicos dominicos
–pero que también sirve para todos los laicos- el lema de “alabar, bendecir y
predicar”, pero siempre desde el agradecimiento, es decir, ser agradecidos en
la oración (alabar), ser agradecidos en la conversación (bendecir) y ser
agradecidos en la predicación: predicar la gracia, no el pecado, compartir y
anunciar lo bueno, la alegría del Evangelio, la alegría de evangelizar.
Y como conclusiones de este Retiro se pueden señalar que los cristianos, en concreto los laicos, y más
en concreto los laicos dominicos, han de considerar que la vida cristiana es más que la moral o el
sometimiento a la ley; es, además de eso, una experiencia de amor, de gracia,
de fe, de salvación, de Dios. Es asumir y hacer nuestros los valores y el
estilo del Evangelio.
Antonio-Jesús Rodríguez Hernández,
O.P.