Evocación
Un 31 de octubre de 1517, y en las puertas de la
iglesia del palacio de Wittenberg, Martín Lutero clavó las 95 tesis que dieron
origen a lo que conocemos como Reforma Protestante. Disputatio pro declaratione virtutis indulgentiarum no solo era título
del documento escrito por el fraile agustino sino también el argumento inicial
de un conflicto que rompió la unidad religiosa del pueblo de Dios en Europa. Medio milenio es un buen puñado de años en los que ha sucedido de todo, incluso cosas
que mejor es superar y, a efectos de inventario, solo recordar por una parte y
por otra para no repetir errores pasados.
Por fortuna hoy es otro el clima eclesial que hace
que nos miremos con ojos de comprensión y cercanía, incluso de gratitud al
pensamiento y valentía del padre de la Reforma. Bueno es que nos ocupemos en
resaltar lo mucho que tenemos en común y hemos recibido los unos de los otros.
Múltiples eventos celebrarán los mil y un detalles de este acontecimiento
eclesial; en este rincón de espiritualidad de Santo Domingo de Scala-Coeli
dejamos constancia de unas palabras de Lutero al comentar con admirable
sencillez el Magnificat de María: Precisamente
porque la santa Virgen ha experimentado en sí misma que Dios le ha hecho maravillas,
a pesar de ser ella tan poca cosa, tan insignificante, tan pobre y despreciada,
ha recibido del Espíritu Santo el don precioso y la sabiduría de que Dios es un
señor que no hace más que ensalzar al que está abajado, abajar al encumbrado y,
en pocas palabras, quebrar lo que está hecho y hacer lo que está roto.
En el umbral del Adviento, sirva esta evocación
como sencillo homenaje a los hermanos de la Reforma y, además, como impulso
para transitar con esperanza por el camino de María de Nazaret para que el
Señor plante su tienda entre todos nosotros.
Fr. Jesús Duque OP.