sábado, 18 de noviembre de 2017

La mesa de la Palabra: Dudar




Dudar

Muchos hemos tenido la fortuna de contar con un fecundo principio en el aprendizaje de la vida y los conocimientos consistente en asumir la duda como fuente de saberes; la experiencia confirma a cada paso tan atinado estímulo. No sólo porque varios de los desajustes de nuestra sociedad se deben a que los ignorantes aparecen en los medios, en las redes y en la vida pública como personas sumamente seguras y, en su contra, los inteligentes no ocultan las muchas dudas que les asaltan. Y es que la duda, al decir de Ortega y Gasset, es un paisaje marino que inspira a los hombres presunciones de naufragio, cuando es todo lo contrario. La duda, como actitud y motivación, es la única que puede presagiar certezas futuras, aunque éstas sean efímeras y, al tiempo, punto de apoyo para ulteriores dudas. Pero, siempre y cuando esta duda no sea el oportuno disfraz de un estéril nihilismo, porque lo que parece probado es que la duda como metodología de la existencia nos inmuniza de fundamentalismos y postulados fanáticos, tan nefastos para nuestra sociedad y para el Pueblo de Dios.

Que deliberen los estudiosos sobre el perfil más o menos religioso de nuestro presente, así como los efectos patentes o no del tan mentado proceso de secularización; pero tengamos presente que hoy rezamos para librarnos de una enfermedad, pero también acudimos al médico, aún a pesar de las listas de espera. A lo mejor nuestra época no abunda tanto en increencia, como se ha difundido con profusión, sino de duda, de búsqueda. Lo que significa que las comunidades tenemos que aprender a gestionar la duda en nuestro compromiso con la humanidad que nos circunda. Hoy nos corresponde a los creyentes replicar a Nietzsche y decirle que el que está muerto es él, que Dios sigue vivo, y mucho, a pesar de (o gracias a) nuestras dudas buscadoras. Reto singular de nuestros días a los que queremos vivir la fe en Jesús el Señor.



Fr. Jesús Duque OP.