sábado, 9 de septiembre de 2017

La mesa de la Palabra: El futuro llega




El futuro llega

Los analistas sociales agotan los calificativos para denominar los días que vivimos ahora en nuestro mundo: que si apresurados unos, que si por la inevitable globalización perfilamos una sociedad líquida que, por tal, mantiene su perfil apenas veinticuatro horas, que tiempos inciertos, que días increyentes, que momentos apresurados en los que no es fácil mantener el tipo con un mínimo de dignidad.

Como es evidente, y no cesa de recordárnoslo el proyecto del Reino de Dios, en todo tiempo nos necesitamos unos a otros porque el boceto del mañana no lo sabemos hacer a título individual. El diagnóstico creyente avala este aserto: sin la Palabra no acertamos a leer la pauta de nuestras vidas. Parece, no obstante, que a los gurús de nuestra cultura no les interesa análisis tan quieto porque rompe su discurso consistente, en pocas palabras, en que el futuro no llega nunca, que el momento presente se eterniza. Pero no, el futuro llega a su pesar.

En este horizonte, el que cree en el Dios Padre de Jesús de Nazaret, debe poner sus pies en el suelo, sus ojos en los iguales y su corazón en la Palabra viva. Y ¿para qué? Para grandes discursos, para diseñar bellas teorías, no por supuesto. Sino para saber sentarse sin prisa al lado del hermano, escucharlo con empatía, mirarlo con respeto y ofrecerse en todo lo que uno sepa y pueda hacer. Pero, sobre todo, en ofrecerse. Por el misterio de la vida que compartimos, por el mero hecho de ofrecernos unos a otros estamos consolidando nuestros cimientos en la esperanza. No lo olvidemos, vivimos por lo que esperamos. Y nuestra esperanza cuenta con el diseño del Evangelio.


Fr. Jesús Duque OP.