Hoy vivimos la alegría de estrenar algo nuevo. Damos comienzo
a un nuevo año litúrgico. Recibimos un nuevo reloj lleno de tiempo, días,
horas, minutos y segundos para que los aprovechemos.
Como seguidores de Jesús de Nazaret hemos sido llamados a
vivir y anunciar el Evangelio con palabras y, sobre todo, con acciones,
haciendo presente en la vida de la gente, de nuestros hermanos, su fuerza
humanizadora y salvadora.
Pero este camino no lo hacemos de manera individual, vamos
juntos, formamos una comunidad donde podemos acompañar y ser acompañados. Hemos
de tejer relaciones desde nuestra gratuidad, justicia y misericordia; haciendo
presente aquí y ahora el sueño de Jesús, la fraternidad universal, promoviendo
la dignidad de todo ser humano.
Y como siempre, con el nuevo año litúrgico, comenzamos el
Adviento. Pero el Adviento que Dios quiere no es un tiempo cronológico, sino un
tiempo espiritual, durante el cual hemos de cultivar y desarrollar la
esperanza. Decir esperanza es decir, deseo, confianza, paciencia, vigilancia,
compromiso, valentía, alegría, humildad, paz. El Adviento es un nuevo
tiempo en el que se nos pide que dejemos
nuestra comodidad, nuestra estabilidad y nuestras seguridades y actuemos avanzando hacia la Luz, que salgamos
al encuentro del Señor, que convirtamos la ignorancia y el olvido en acogida,
aceptación, solidaridad y comunión; en definitiva, que hagamos de esta “nueva”
venida del Señor un camino de encuentro con nuestros hermanos.
Y durante este tiempo de Adviento hay unos personajes que nos acompañarán en estas semanas: María, José, Juan el Bautista y el profeta Isaías.
Y hoy, en lugar preferente en esta nuestra Iglesia de Santo Domingo de Scala Coeli, un cuadro de una imagen preciosa de María embarazada, en estado de buena esperanza, en vigilante espera. Nosotros, como ella, también hemos de estar en vigilante espera, para "dar a luz" al que viene, dando a los demás con nuestras obras y nuestra vida a ese que, de antemano, hemos de acoger, que es el Señor, que es -nada menos- que "Dios con nosotros".
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Ya es tradición entre nosotros que esté presente en nuestras
celebraciones la corona de Adviento. Cada uno de los elementos que la componen
está lleno de significado. El círculo representa el ciclo ininterrumpido de las
estaciones; las hojas verdes perennes simbolizan la persistencia de la vida en
medio del duro invierno, y las velas encendidas la permanencia de la luz en
medio de la oscuridad de este tiempo.
A lo largo de las cuatro semanas de Adviento vamos a ir
encendiendo cada una de las velas de los cuatro colores litúrgicos principales
que nos recordarán actitudes esenciales en este itinerario para prepararnos a
la venida del Señor que ya llega.
Hoy, primer domingo de Adviento, encendemos la vela con la que queremos avivar en nosotros la ESPERANZA. Una esperanza que brota de
la promesa de un Dios que ha decidido poner su tienda entre nosotros y
acompañarnos en nuestro propio camino.