domingo, 17 de junio de 2018

La mesa de la Palabra: Persona vs. masa


Persona vs. masa

Quedan muy distantes en el tiempo las reflexiones que nos dejaron, entre otros, Gustave Le Bon y José Ortega y Gasset, sobre la cultura de masas y su incidencia en el acontecer de las personas. La sociedad moderna la adopta desde hace más de un siglo como una de sus señas de identidad, hasta el punto de ser el telón de fondo de la vida de los ciudadanos en sus usos y consumos, gustos y rechazos, opiniones e ideas.

También en la vida eclesial se han aceptado los dictados de la cultura de masas para destacar presencias y mensajes cristianos; se usa y abusa de convocatorias masivas que dan pie a conclusiones las más de las veces desenfocadas. Parece que no se han tenido en cuenta de forma efectiva los inevitables peajes que se cobra la cultura de masas a la hora de producir respuestas personales de fe; entre otros, la marcada despersonalización con la que todo fenómeno de masas se presenta, donde lo importante es el número total (la consabida guerra de cifras de las manifestaciones) y no la calidad de sus integrantes ni los matices personales de sus demandas; una persona es perfectamente sustituible e intercambiable por otra sin que el fenómeno masivo se resienta. Pero, además, estar en el interior de la masa no supone que se convive o se comunica con los demás, y más cuando entendemos la fe como respuesta personal e implicación fraterna con la comunidad. El individuo, inserto en contexto masivo, se expone a la manipulación y pérdida de calidad de los mensajes intercambiados, amén de la fuerza sugestiva inherente a todo fenómeno de este tipo.

La fe es encuentro personal con uno mismo, con el misterio que nos trasciende, con la Palabra, con la provocación de Jesús el Señor que nos empuja a mirar en nuestro interior; la creencia nos empuja a buscar nuestro propio punto de luz donde Dios y el hombre nos encontramos. Pero en el silencio interior, en el desierto personal, en la escucha serena de la Palabra, en la paradójica serenidad de la búsqueda, en una banda sonora callada que nos hace gustar los sones de la confianza en aquel que sabe llenar el vacío de nuestra personal e intransferible inquietud.       

Fr. Jesús Duque OP.