Punto y seguido
Por estas
fechas, parte del segmento juvenil de nuestros pueblos y ciudades cierran etapa
y ciclo, sobre todo en el ámbito educativo. Se cierran cursos y tramos
enseñantes y no faltan los inevitables balances para abrir el verano que, salvo
en el sector terciario, rebaja su habitual actividad. La vida eclesial y cristiana
no tiene por qué someterse a este ritmo cíclico de comenzar y terminar, ni
siquiera al de ralentizar su dinamismo, porque siempre es ocasión para dar
razones de nuestra esperanza.
No obstante,
entendemos algo que nunca debemos olvidar ni dejar en un segundo plano, y es el
del esmero y dignidad, amén del irrenunciable amor de todos nuestros actos. Si
no se entiende como un brindis al sol, este modesto rincón de la palabra
recuerda que aún es posible elevar el listón de la honestidad en nuestra
parcela pública, y el de la eficacia servicial de la clase política, así como
un maridaje menos sectario y más defensor de la verdad en el proceloso mundo de
la información pública en nuestra sociedad. No me olvido de la institución
eclesial ni de las comunidades que nos congregamos al conjuro del Evangelio del
Señor que tenemos que adoptar la condición de testigos de lo que creemos y
vivimos antes que difusores de esta o aquella doctrina o sentimiento de
pertenencia. El creyente en Jesús de Nazaret no puede resignarse a la
frivolidad que se advierte en algunas parcelas de nuestra vida colectiva, ni al
fatalismo de una cultura que creó la picaresca
como género literario ni a la liviandad de no pocos medios que dicen nada al
resto, cuando no alardean de parcialidad.
La vida
compartida en sociedad es susceptible de avanzar en calidad y en dignidad. Es
posible más tolerancia y respeto entre nosotros; si nos convencemos de que
nuestra convivencia admite más excelencia y nobleza, seguro que será más fácil
implicarnos en el empeño y así nos enriquecemos todos, previa participación en
el empeño. No somos un pueblo sin remedio, sí un pueblo plural y, si queremos,
con enormes posibilidades aún por estrenar.
Fr. Jesús Duque OP.