Caminito
En este domingo abrileño, y al enclave serrano de Santo Domingo de Scala-Coeli, se encaminan no pocos cordobeses empujados por la devoción a un crucificado que con el trazo de sus brazos abiertos espera el relato de sus penas y esperanzas, que son la letra de las inevitables canciones de amor y de paz. El paisaje que enamoró al corazón tranquilo de Álvaro de Córdoba se hace anfitrión de luz, sones creyentes y fiesta compartida.
Por más que lo consideremos como lugar común, ¡qué espléndida parábola de nuestra vida y fe es y ha sido el camino! Los poetas y los profetas son quienes mejor han trazado e hipostasiado el camino, y el profeta de la vida nueva, Jesús el Señor, el que lo ha disfrutado a la perfección, tanto que nos lo hace gozar en su seguimiento. De nosotros, además, espera que este camino –verdad y vida, también- lo recorramos sin agobios ni prisas innecesarias, nos perderíamos así el dulzor del viaje. Este camino nos brinda la oportunidad de perdernos en él, porque hacerlo en su persona, en su palabra y en su destino redentor es encontrar y ganar el dial de la vida creyente y, a pesar de tropiezos y barrancos que los tendremos, no perder ni el norte ni el sentido de nuestro caminar. Mil caminos tenemos para despistarnos y alejarnos incluso de nosotros mismos, pero solo tenemos uno para llegar, para ser, para vivir, y no es otro que Jesús el Señor, camino y sentido, recorrido y horizonte, sentido pleno de nuestra vida creyente. ¡Vale la pena ser peregrino del crucificado y resucitado!
Fr. Jesús Duque OP.