La
Pasión según …
Son numerosos los lugares que en estos
primaverales días reclaman la singularidad de sus expresiones religiosas con las
que celebran la Semana Santa, días centrales del calendario cristiano. Por este
motivo, cada lugar luce sus mejores galas, decreta días festivos, culmina un
sinfín de esfuerzos para que la versión propia brille por sí misma a los ojos
de propios y visitantes. No son pocas las celebraciones que, además, están
adjetivadas con el plus de interés
turístico o de patrimonio de la
humanidad o de fiesta de la primavera.
Todos los años se escenifica en la calle, acorde con la tradición del
respectivo lugar y con la necesaria colaboración de una climatología
bonancible, lo que cada pueblo entiende es la versión de su Pasión, y en la que
no se ahorran recursos para resaltar su puesta en escena (exorno floral, bandas
de música, estreno de enseres, carrera oficial, cera y otros consumos) y lo
pone a la vista desfilando procesionalmente.
Se entiende que para el seguidor de Jesús de
Nazaret, solo hay una Pasión del Señor, con dos versiones intercambiables, que
nunca deben silenciarse. Una, la narrada en los evangelios y alimenta, con su
solemne proclamación litúrgica o con su íntima lectura, la fe del creyente y
del Pueblo de Dios. Y otra, la que cada persona y cada pueblo actualiza en su
soledad, muerte, enfermedad y carencia, declarando a la rosa de los vientos que
en la cruz del Nazareno está la fuerza y la dignidad del sufrir de nuestro mundo.
Un mundo que tanto sabe de heridas aún por restañar, y que mucho tiene que
hacer en la tarea de la superación humana y de la esperanza en quien lo dio
todo por amor a nosotros. La Pasión nos recuerda que nuestro hoy está sobrado
de guerras e intransigencias y menesteroso de samaritana solidaridad, de amor
crucificado.
Fr. Jesús Duque OP.