Beato
Bartolome Longo
(1841-1926)
Laico,
fundador de la Congregación de las Hijas del Rosario de Pompeya.
En su época
universitaria se enreda en la moda anticristiana de la época y se dedica a la
política, a las supersticiones y al espiritismo: llegó a ser “médium” de primer
grado y sacerdote espiritista. Empezó a odiar a la Iglesia, organizando
conferencias contra ella y alabando a los que criticaban al clero.
Esta
experiencia, paradójicamente, le sirvió de peldaño para redescubrir la fe
definitivamente. En este proceso fueron instrumento de Dios dos personas: un
profesor amigo y un sacerdote dominico.
Su
conversión, acaecida el día del Sagrado Corazón de Jesús de 1865, le llevó a
tomar la decisión radical de abandonar la vida forense y dedicarse a obras de
caridad y al estudio de la religión. A raíz de una inspiración especial se
dedicará a la difusión del Santo Rosario.
Él
personifica el denominado Carisma de Pompeya: el culto a María y las obras de
misericordia, íntimamente unidos.
Lo primero
se expresa, sobre todo, en la devoción del Rosario, no como oración cualquiera,
sino como fundamento de la búsqueda particular del hombre de la intercesión de
la Madre de Dios. Ello trae consigo la conversión, el espíritu de oración y las
obras de caridad.
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