Miedo vs. esperanza
No dejan de
recordarnos los analistas sociopolíticos que en el panorama mundial actual nos
encontramos con el miedo, como uno de los actores más determinantes. Nos venga
esta perturbación angustiosa por conflictos no solucionados –terrorismo
planetario, olvido de las víctimas-, o por movimientos demográficos no
afrontados con valentía en sus causas –ingentes corrientes migratorias del sur
al norte-, o por supremacía de lo económico sobre lo social y político, o por la
existencia de minorías dirigentes manifiestamente venales y cortoplacistas en
exceso, o por todos estos indicadores a la vez, lo cierto es que hacen que la
inseguridad y el miedo sean compañeros de nuestro vivir diario. Por esto, no
faltan quienes llegan a afirmar que los gobiernos actuales se justificarían de
sobra si acertaran a gestionar con pericia los miedos que la población mundial
manifiesta hoy de una forma o de otra. La realidad parece estar lejos de este
deseo.
De cualquier
forma, atinado o no este diagnóstico, no deja de ser un desafío insoslayable
para los seguidores de Jesús de Nazaret y las comunidades creyentes que, por
razón de ser, hacemos profesión de la esperanza como modo de vivir y como
nuestro mejor activo teológico y moral. Por eso su importancia, y la urgente
respuesta que de los seguidores de Jesús de Nazaret se espera. Creemos en el
Dios de la esperanza, el que en Jesucristo ha desplegado toda la potencialidad
de nuestra vida, pues ponemos nuestra confianza no en nosotros mismos, sino en
Dios que resucita a los muertos, como tantas veces proclamó el apóstol Pablo.
Por eso, todos nosotros tenemos el mejor futuro, aunque no exento de riesgos,
porque estamos enraizados en Cristo Jesús, el mejor antídoto de nuestros
miedos.
Fr. Jesús Duque OP.