Unas
canicas
Atinada parábola la del bolsillo para dibujar lo
mejor del dentro de los adentros, allí donde la persona se ve y se busca, se
mira en su mejor reflejo, se retoca para aventurar creencias e ideales,
emociones y vivencias. ¿Qué tenemos, o queremos tener, en el hondón del
bolsillo? Unas canicas nada más para no perder memoria del proyecto de persona
que andamos construyendo en el día a día, para no dar por huido el primer amor,
para asirse como lapa a esa verdad prematura que es la utopía de vivir como
hermano entre hermanos.
Cierto que los
sueños, sueños son, al decir de Segismundo en su famoso monólogo
calderoniano. Y los sueños hay que vivirlos, adelantarlos, vacunarlos contra la
epidemia de la posverdad, y, en compromiso de vida, traducirlos, despojarlos de
miedos, ponerles nombre y apellido. Y como la canica del bolsillo, los sueños
hay que jugarlos, que es lo mismo que decir, disfrutarlos, compartirlos,
reírlos, ganarlos y perderlos, amarlos y añorarlos. La vida misma.
Gracias,
Fran Álvarez, porque en tu último regalo, En
el fondo del bolsillo (Bohodón Ediciones), nos invitas a que las yemas de
los dedos conjuguen las canicas de los sueños y los días, a que en lo más bajo,
casi lo más roto, de nuestro bolsillo, trencemos calores y amores para
tatuarnos por siempre de esperanza, en feliz expresión tuya. Páginas para rumiar y orar, para emprender y
amar.
Fr. Jesús Duque OP.