El Maestro de la Orden, Fray
Bruno Cadoré, ha realizado a Córdoba una visita de algo más de dos días de
duración, durante la cual se ha reunido en comunidad e individualmente con los
frailes de las Comunidades de San Agustín y de Scala Coeli. Asimismo, se ha reunido con las distintas
prioras y superioras de las comunidades de religiosas y monjas dominicas de la
zona occidental de la provincia Bética.
Igualmente, dentro de los actos
programados con motivo de dicha visita, el pasado martes, 29 de Abril,
festividad de Santa Catalina de Siena, se celebró un encuentro, que se podría considerar como
histórico, en el Convento de Ntra. Sra. de Gracia, de las Madres Dominicas, al
que acudieron miembros de todas las ramas de la familia dominicana, frailes de
San Agustin y Scala Coeli, monjas y religiosas dominicas y un nutrido grupo de
miembros de la fraternidad seglar de Santo Domingo y P. Posadas, así como
algunos seglares de Alcalá la Real que habían venido a Córdoba acompañando a
las monjas del convento de aquella población jienense.
El encuentro de la familia
dominicana tuvo como primer acto una celebración eucarística, con motivo de la
festividad de Santa Catalina de Siena.
Dentro de la misma, Fray Bruno, manifestó que la oración de esta fiesta
de Santa Catalina es muy importante, que “nos ha enseñado a llegar al
conocimiento admirable de la verdad, de tu verdad; al conocimiento de nosotros
en ti y de ti en nosotros”.
Añadió, con motivo de la
oportunidad que tuvo de contemplar el crucifijo de Santa Catalina, que se
conserva en un Monasterio de Roma, que la oración de Santa Catalina fue siempre
delante de ese crucifijo; “mirando a él descubría que con esta vida dada para
el mundo, su vida, su propia vida, Santa
Catalina podía buscar su verdad. Su verdad no tenía el nombre de Catalina,
tenía el nombre de Cristo para Catalina, Cristo para la vida de Santa Catalina.
Esta contemplación de la vida entregada, esta contemplación –cada día- para
entender que esta vida es también para mí, y también para todos los hermanos,
todas las hermanas de mi comunidad, de mi asamblea, de mi Iglesia. Esa es la
ayuda para caminar hasta la verdad, para entender que la verdad de Dios no son
las teorías que aprendemos, no son las teorías que dialogamos juntos; la verdad
es el crucifijo: la vida entregada para que podamos recibir nuestra verdad”.
Continuó el Maestro de la Orden
expresando su parecer de que “la fiesta de Santa Catalina hoy es un momento
importante para nosotros como familia dominicana. Antes de predicar, antes de
hablar del Evangelio, antes de hablar de la doctrina de la Iglesia, tenemos que
encontrar la gente para ayudarla, para mirar el crucifijo; no para tener una
idea triste, sino para entender que la gloria de Cristo fue dar la vida para la
vida del mundo, dar su vida para que el mundo reciba la vida. La predicación,
la contemplación empieza en la contemplación de Cristo sobre la cruz, de Cristo
abandonado”.
Fray Bruno Cadoré finalizó la
homilía manifestando que en un convento de Italia “hay un crucifijo pintado por
Fray Angelico. Él –Cristo- es luminoso, el fondo de la pintura son tinieblas, y
la luz de Cristo da luz a las tinieblas. Cuando dejamos a esta verdad tomar
nuestros corazones, entonces estamos capacitados para decir algo de
predicación, de dar algo de la vida del Evangelio”.
Finalizada la Eucaristía, el
Maestro de la Orden departió unos momentos con los miembros de la Fraternidad
seglar de Scala Coeli, momento al que –por su importancia- le dedicaremos otra crónica.
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