“Mira que estoy a la
puerta. Si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo”.
Así reza la
antífona de comunión del 23 de Diciembre.
Para oír la voz del Señor es
imprescindible que estemos atentos. Él es AMOR y el amor es comunicativo;
necesita darse, pero sólo en un clima de atención y silencio podemos
percibirlo.
En este tiempo litúrgico celebramos su
Presencia entre los hombres, el ENMANUEL, “Dios con nosotros”. ¿No nos hemos
acostumbrado a este misterio de Amor? ¿No lo vivimos superficialmente? Lo necesitamos y lo buscamos, aunque con
frecuencia de forma equivocada. Pero Él insiste. Está a la puerta, siempre a la
puerta de nuestro corazón. Es más, está DENTRO. S. Agustín decía, hablando de
esta Presencia:
“Más íntimo a mí que yo mismo”, más íntimo que lo más hondo de mi
persona.
Sí, está y llama, y quiere prodigarnos su
amor, para hacer de este mundo su Reino. Sólo dejándonos amar por Él, en su
“escuela de amor”, aprenderemos a amar al hermano, al débil, al pequeño, donde
Él tiene su morada preferente. Por algo Él se hizo “pequeño”.
“Escuchar” para oír su voz y dejarnos amar
por Él, aprender de nuestra relación con Él qué es amar: todo un camino de vaciamiento progresivo de sí mismo
y de apertura y entrega a Dios y al hermano.
Paqui López
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