domingo, 4 de septiembre de 2011

Échanos un cable...


Señor Jesús, échanos un cable a los que queremos distribuir tu nombre por el mundo unido a la palabra amor. ¡Qué complicada es la lucha si no te sentimos cerca, si no peleamos contigo entre los brazos!

Danos pies de plomo y manos ágiles para abrazar a tiempo, consolar al momento, ayudar donde se nos necesite. Y déjanos ser lo suficientemente exigentes como para poder dormir más a gusto que un arbusto por las noches.

Que nuestras ganas no tengan más límites que el orden para hacer las cosas y la claridad de las prioridades. Que la esperanza no se nos pierda por el camino, que la agarremos fuerte y la metamos en cada bolsillo.

Que hablemos de tí sin palabras y con la profundidad de nuestra mirada; que renazcamos cada día de tu agua, de tu Espíritu, de las pruebas a las que nos vamos sometiendo.

Como el viento, que está. Para poder llegar pronto a los sitios donde se cuecen las cosas. Y poner, paz, alegría y resurrección.

Yo te quiero pedir hoy, Padre, porque me des fe, porque me concedas las ganas de tener esperanza, de estar cerca de ti, de luchar menos contra mí misma a la hora de dilucidar lo que tengo que proponer o no a los demás...

No quiero aspirar a superheroína, pero asumo la vida del amor de cada día como la forma que tengo de entregarme aquí.

Me gusta pensar que te tengo cerca...

Tenemos que ser fuertes para vivir desde la alegría de habernos encontrado contigo. Y hacer partícipes a los demás de esta suerte intentando que ellos también se encuentren algún día y te tomen como un estilo para amar.

Seguimos en la brecha. Gracias por el amor que me profesas. Me siento muy querida por ti y eso es precioso: no tiene precio.

Oración tomada y adaptada de Ciudad Redonda

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