martes, 6 de octubre de 2009

Los dominicos y el Rosario en Córdoba

Una de las advocaciones marianas más extendidas en tierras cordobesas es la de Nuestra Señora del Rosario. Numerosos actos religiosos y lúdicos tienen lugar en numerosos puntos de la geografía provincial, destacando los de Montoro, Almodóvar del Río, Luque, Moriles, Jauja, Nueva Carteya y Pedro Abad. En la relación cabe incluir también a La Carlota, Alcaracejos, Fuente Tójar, Peñarroya y otros pequeños núcleos de población como La Guijarrosa (Santaella), Castil de Campos y Las Lagunillas (Priego).

La devoción a Nuestra Señora del Rosario cobra una indudable importancia en el conjunto de la diócesis a lo largo de los siglos XVI y XVII. La Orden de Predicadores desarrolla una incansable actividad en su difusión que viene facilitada y respaldada por la Santa Sede a través de las indulgencias concedidas por los pontífices. Entre ellos cabe destacar las otorgadas por Gregorio XIII, Sixto V y Alejandro VII.  Asimismo resulta decisiva la instauración de una fiesta el 7 de octubre, aniversario de la batalla naval de Lepanto, por el papa Pío V bajo el nombre de Nuestra Señora de las Victorias que Gregorio XIII traslada en 1573 al primer domingo de octubre con el título de Nuestra Señora del Rosario.


Los primeros focos devocionales a la advocación mariana del Rosario en tierras cordobesas aparecen en los núcleos que cuentan con la presencia de los hijos espirituales de Santo Domingo de Guzmán. En la capital poseen los conventos de San Pablo y Santos Mártires, mientras que en el retiro de la sierra se levanta el de Scala Coeli, cuna de la reforma dominicana. A comienzos del siglo XVI residen comunidades en Doña Mencía y Palma del Río, mientras que a lo largo de la centuria se establecen en tres nuevas localidades del ámbito diocesano: Baena en 1529, Cabra en 1550 y Lucena en 1563.


La hermandad de Nuestra Señora del Rosario más antigua en la demarcación territorial del obispado es la fundada en el convento dominicano de San Pablo de la capital que atraviesa por una de sus etapas de mayor auge en las últimas décadas del siglo XVI y primeros lustros de la centuria del seiscientos.  La fiesta de Nuestra Señora del Rosario se celebra con toda solemnidad y boato. El grandioso templo de San Pablo se engalana con colgaduras y otros elementos ornamentales. La procesión recorre las calles próximas al convento y cuenta con la vistosidad de las danzas y el regocijo de la música.

La activa labor de los dominicos en la propagación de la devoción a Nuestra Señora del Rosario en la geografía diocesana se desarrolla durante el último cuarto del siglo XVI y el primer tercio de la centuria siguiente. A lo largo de este dilatado período de tiempo cabe señalar varias etapas bien definidas.

La primera abarca un reducido número de años y se extiende hasta 1578. La devoción a la Virgen del Rosario logra arraigar solamente en algunas localidades del obispado, entre las que se encuentran Bujalance, Luque y Montoro. La segunda etapa de difusión de la advocación mariana del Rosario se caracteriza por la proliferación de fundaciones de cofradías.

El fenómeno alcanza bastante notoriedad durante la etapa de gobierno del obispo fray Martín de Córdoba y Mendoza (1578-1581), quien como religioso de la Orden de Predicadores favorece la propagación de las hermandades de ese título.  Uno de los instrumentos más eficaces va a ser la autorización concedida el 13 de agosto de 1580 al dominico fray Diego Núñez del Rosario, conventual en San Pedro Mártir de la villa de Marchena, para que erija cofradías dedicadas a Nuestra Señora del Rosario en las localidades del obispado de Córdoba.  La labor desarrollada por este fraile se completa con la que llevan a cabo en 1589 y 1590 fray Juan Criado y fray Pedro Messía respectivamente, ambos integrantes de la comunidad de San Pablo de Córdoba.  Las visitas generales del obispado permiten documentar la existencia de la cofradía del Rosario en un buen número de poblaciones de la diócesis durante el período 1578-1590 que corresponde al de la máxima difusión de esta advocación impulsada por la orden de predicadores.

Los frailes dominicos mantienen, aunque con menor intensidad, la propagación de la devoción a Nuestra Señora del Rosario en la diócesis cordobesa a lo largo del siglo XVII. De un lado, erigen hermandades en nuevas localidades y, de otro, vuelven a fundar la cofradía en aquellas poblaciones donde ha quedado disuelta por razones diversas. En este último caso se encuentran El Carpio y Montoro, cuyas refundaciones se llevan a cabo por religiosos del convento de San Pablo de Córdoba en 1667 y 1681 respectivamente.

El estudio de las cofradías de Nuestra Señora del Rosario nos pone de manifiesto la gran difusión y arraigo de esta devoción en el conjunto de la geografía diocesana. Esta profunda huella mariana en nuestros días tiene un fiel reflejo en las innumerables localidades de la provincia que celebran sus fiestas en honor de una advocación auspiciada originariamente por los dominicos.

Juan Aranda Doncel

1 comentario:

  1. Nosotros también somos dominicos de Córdoba....de Córdoba, Argentina. Nuestra Asociación es la Guardia de Honor del Rosario Perpetuo. Este es nuestro blog y los invitamos a vistarlo. http://rosario-perpetuo.blogspot.com
    En Domingo y Mario del Rosario,
    Flavia de Meneghini
    guardiadehonor@gmail.com

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