RECOGIENDO EL FRUTO DEL AÑO JUBILAR: Cristo es nuestra Esperanza
Vamos a vivir este Adviento concluyendo el Año de la Esperanza. ¿Pero, con qué frutos?. ¿Qué alcance ha tenido en nosotros la Reflexión, la Oración y Compromisos de este Año?. Vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron les dio poder de ser hijos de Dios.(Jn 1,11).
Nos ayuda a recoger la cosecha de este Año Jubilar, la llegada de Cristo como Amor transformador de Dios. En un mundo que necesita urgentemente esperanza y sentido, esta Palabra de Sabiduría nos dice que Cristo es la Esperanza que necesita el hombre, porque es El quien nos hace hijos y hermanos.
1. En Adviento hacemos posible que Dios se encarne. La Encarnación se expresa mediante lo más profundo que Dios tiene: su Palabra, con la que Crea, Llama, Libera, Anuncia tiempos mejores y salva. Palabra de Dios, Sabiduría y Felicidad se dan cita en Jesucristo. Sabiduría que, más que conocimientos, títulos o ciencia, es saber vivir con dignidad y paz. En un mundo que a menudo enfrenta crisis de sentido, divisiones y deshumanización, la Palabra y Sabiduría de Cristo es una luz para reconocer la dignidad de cada persona. Por eso es también esperanza y felicidad de todos.
2. En Adviento meditamos y examinamos, ”Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Esta advertencia de S. Juan refleja la resistencia humana a abrirse a Dios como Esperanza. En un contexto donde la indiferencia religiosa o el rechazo a la fe son comunes, este rechazo no es nuevo, pero sigue siendo un reto para los creyentes. Y nos invita a preguntarnos ¿cómo acogemos a Cristo en nuestra vida? ¿Reconocemos su presencia en los demás, especialmente en aquellos que parecen alejados o que piensen diferente?
3. En Adviento recogemos el fruto de nuestra Esperanza que es Cristo. “A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios”. San Juan nos recuerda que la filiación divina no es un derecho adquirido, sino un regalo que se recibe por la fe. En una sociedad que tiende a valorar el individualismo y la autosuficiencia, este versículo subraya que nuestra identidad más profunda se encuentra en nuestra relación con Dios. Somos hijos, no por mérito, sino por gracia y esto nos llama a vivir con humildad y gratitud.
4. En Adviento recogemos el fruto de la Fraternidad universal. La Esperanza nos hace hermanos. Con ella podemos ser una luz en medio de las tinieblas, crear situaciones nuevas de fraternidad; con nuestras palabras podemos dar vida a quien está en la muerte del abandono, mediante compromisos de amor, pues El también se ha encarnado para hacer nuestra palabra una palabra de luz y de misericordia. En un tiempo donde el desánimo, la injusticia y la desesperanza parecen oscurecer el horizonte, nosotros podemos ser y tener una Palabra de Esperanza para los demás.
Nuestra misión como cristianos es recibir la Palabra de Cristo, dejar que transforme nuestra vida y compartirla con alegría y valentía en la vida cotidiana.
Fr. José Antonio Segovia O.P.
Oración:
Señor Jesús, al comenzar este Adviento abre mi corazón para que cada día
me disponga a escucharte, recibir tu luz y vivir con esperanza renovada.
Purifica mis pensamientos, fortalece mi fe y enséñame a amar con humildad.
Que tu Palabra transforme mis decisiones y tu presencia sostenga mis pasos.
Ayúdame a perdonar, servir con alegría y construir paz donde haya conflicto.
Hazme instrumento de tu ternura y testigo de tu misericordia.
Transforma todo mi ser para acoger tu salvación
con corazón dispuesto y confiado. Amén.

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