ITINERARIO CUARESMAL
EN EL 2020
En nombre de
Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios (2Cor
5,20)
PRIMERA PARADA
.Con la mirada y el corazón en la Pascua. Eco
a las palabras del Papa
En Cuaresma, el Señor nos vuelve a conceder un tiempo de salvación,
peparando el corazón para celebrar el Misterio de la Muerte y Resurrección de
Jesús. Un tiempo de sanación, en el que recibimos la medicina divina de la
Palabra, la Oración y la Reconciliación.
En este camino hacia la Pascua nos
acercamos al Misterio de un Amor tan real, tan verdadero, tan concreto, que
nos ofrece una relación que da la vida en abundancia. ¿Qué vida es esta?. ¿A
qué me puede llevar?.
En esta Cuaresma mira y
contempla los brazos abiertos de Cristo
crucificado, déjate sanar y salvar una y otra vez. Contempla su sangre
derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer y
sanar una y otra vez.
El Misterio Pascual, por el
que recibimos la medicina de la misericordia
de Dios, no es un acontecimiento del pasado: es siempre actual y real como
tambien lo son nuestras heridas, de tal manera que nos permita mirar y tocar
con fe la carne herida de Cristo, en mi
y en tantas personas que sufren.
Y en este tiempo favorable,
dejémonos guiar como Israel en el desierto (Os 2,16), a fin de poder escuchar la voz de
nuestro esposo, para que resuenen en nosotros con mayor profundidad y
disponibilidad. Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más lograremos
experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. Y vivirla por medio de la
oración. Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo, para responder al Amor de Dios, que siempre
nos precede y nos sostiene.
No dejemos pasar este tiempo de gracia, con la ilusión
presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y modo de nuestra
conversión a El. Lo que sí podemos hacer es aprovecha resta oportunidad para
sacudir nuestra modorra. El diálogo
que Dios quiere entablar con todos los hombre mediante la entrega de su Hijo, es
una riqueza para compartir, no sólo para guardar para mí mismo.. Sus
heridas nos han curado. Poner el Misterio Pascual en el centro de la vida
significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado
presentes en las numerosas víctimas inocentes.
Hoy
sigue siendo necesario recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad
que en este camino cuaresmal deben
compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna como forma de sanar
las heridas. Compartir con caridad hace el hombre más humano, mientras que
acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio
egoismo.
Fr. José Antonio
Segovia, O.P.
Salmo: "Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor".
Oración: "Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin".
Oración: "Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin".
Evangelio: San Lucas, 9, 22-25
( I )
«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20)
Queridos hermanos y hermanas:
El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio para
prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la
muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal
y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio, con la
mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en
nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo
espiritual y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso.
1. El Misterio pascual, fundamento de la conversión
La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús: el kerygma.
En este se resume el Misterio de un amor «tan real, tan verdadero, tan
concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y
fecundo» (Exhort. ap. Christus vivit,
117). Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos
nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad
nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia
(cf. Jn 10,10). En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del «padre de la mentira» (cf. Jn
8,45) corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido,
experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente
nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana
personal y colectiva.
Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de
los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la Exhortación
apostólica Christus vivit:
«Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y
otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente
en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre
derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás
renacer, una y otra vez» (n. 123).
La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del
Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la
carne de Cristo en tantas personas que sufren.
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