Teo y Socio (…) logía
Uno de detalles más paradójicos del hecho
cristiano es el que se nos ofrece como el rasgo más frágil, y no es otro que el
propio Cristo Jesús, y más cuanto que lo que más lo singulariza, su
encarnación, el ser Dios hecho humano, no nos provoca precisamente por su
racionalidad. Cristo no es un mensajero al uso como lo pudo ser Moisés con los
judíos o Mahoma en el caso del islam; no, Cristo es un enviado que, al tiempo,
es el mismo Dios.
Teología, pues, en estado puro con incontables
consecuencias sociológicas en nuestra contemporánea modernidad. Porque Cristo
no viene para defender la ley o para ser uno de sus voceros; al contrario,
viene para levantar acta del interés que tiene el Padre Dios por la salvación
de todos los hombres, sin verse urgido para decirnos desde el inicio lo que
tenemos que hacer, sino a quién tenemos que seguir y a quien hacemos presente
entre nosotros cuando derrochamos gestos humanizadores en nuestra diaria
convivencia. Porque la encarnación de Cristo conlleva unas potencialidades
increíbles para que emerja un mundo humanizado sin tener que atarnos a unas
leyes religiosas por necesidad. Porque lo que a los hombres nos conecta es la
ley, pero lo que nos orienta hacia Dios es otra cosa.
Es como si la religión hubiera decretado salir de
la misma religión, y dejara de poner el acento en sus nexos normativos y
perfiles cultuales, para subrayar con nitidez que todo lo que hagamos en pro de
nuestros iguales adquiere condición de ofrenda limpia y grata a Dios y siempre
que reforcemos la conexión con los hermanos en la clave ineludible del servicio
ejercemos la ciudadanía samaritana propia de su proyecto cristiano del Reino de
Dios.
Fr. Jesús Duque OP.